Zamora no concurrió a un restaurante porque estaban cenando en el local sus dos adversarios: “Chabay” y José. |
En virtud a esa amistad estrecha, el propietario de “El Gordo” bautizó a su hijita y designó como padrinos a Gerardo Zamora y esposa. Tras la ceremonia religiosa, organizaron una cena para 40 personas en su restaurante.
Llegaron todos los invitados, y Daniel Zamora y Sergio Iralaski se encargaban de entretener animadamente a una mesa festiva y feliz. Todos miraban la puerta principal para pararse y correr a saludarlo a la hora que ingreso el primer mandatario.
De pronto, casi saltaron de las sillas cuando notaron que ingresaron a “El Gordo”, también a compartir “una comida política”, el intendente de La Banda, contador Héctor Eduardo “Chabay” Ruiz y el diputado provincial José Luis Zavalía, acompañados por sus hijos “Edu” y “Josesito”, respectivamente.
Ambos políticos anti-zamoristas observaron los preparativos en “la mesa del gobernador”. Unos dicen que Ruiz y otros que fue Zavalía, pero lo cierto es que uno de los mozos se puso colorado cuando los opositores le ensayaron una broma: “queremos una ubicación tipo palco preferencial, como para no perder detalle de la celebración de personajes tan importantes”.
Por supuesto, Daniel Zamora y Sergio Iralaski hablaron, vía celular, con el gobernador para advertirle que estaban cenando en el mismo salón “estos dos hijos de p…”.
Pasaron tres minutos y se retiraron de la puerta y de los alrededores del restaurante los miembros de Seguridad de Gerardo Zamora, lo que sirvió para comprender que había decidido no concurrir para no estar en un local público con sus dos “máximos enemigos”.
Soberbios, Daniel Zamora y Sergio Iralasky trataron como se trata a un esclavo al dueño de “El Gordo”, socio y compadre del gobernador, por haber “dejado entrar a esos dos tipos”.
La respuesta fue enérgica: “Mi local es público y ‘Chabay’ y José son hombres libres a quienes no puedo ni debo impedirles que ingresen”.
Hubo, en definitiva, cuatro sillas que quedaron vacías por el faltazo del gobernador, su esposa, su suegro y su suegra.
¿De dónde sale tanto resentimiento y recelo del mandamás hacia dos adversarios de la política? ¿Qué miedos esconderá Gerardo Zamora?
Nunca lo vamos a saber.
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