jueves, 21 de enero de 2010

El mayor capital es el humano


Roberto Azaretto

Una Argentina subgobernada, con porcentajes del PBI bastante razonables en cuanto a los fondos destinados a la educación y la salud, tiene enormes carencias en ambos temas, demostrando ineptitud para el manejo de los fondos disponibles y una ausencia de políticas de largo plazo preocupantes.
Es criminal la indiferencia de los gobiernos hacia estos problemas básicos para el desarrollo económico social del país, cuyo resultado debe ser la plena realización como personas humana, que es un fin en si mismo, ciudadano libre y capaz de labrarse un porvenir.
En el caso concreto de nuestra provincia, con enfermedades endémicas atávicas, con los peores índices sanitarios y educacionales del país, lo que está pasando en el sistema hospitalario local es vergonzoso, teniendo en cuenta la enorme cantidad de dinero recaudado en otras geografías, que el gobierno nacional ha enviado a la provincia.
En la Argentina y en la provincia falta debate sobre estas cuestiones vitales para lograr una movilidad social ascendente, pues la igualdad de oportunidades será solamente una frase bella, si el Estado no asegura salud y educación para los sectores de menores ingresos del pueblo.
El problema es que los gobiernos de la Nación y el de la provincia niegan el debate, porque hay miedo a una discusión seria que desnude sus tremendas falencias.
Santiago del Estero entre sus grandes hombres aportados al servicio de la Nación tiene a Ramón Carrillo, ejemplo de integridad, austeridad y formación. Sanitarista y primer ministro de Salud Pública del país, durante casi nueve años, renunciando cuando debió elegir entre el gobierno que integraba y sus convicciones religiosas, desconoce sus grandes enseñanzas y sus ejemplos.
El ministro Carrillo construyó hospitales porque en el país de ese tiempo había regiones bien cubiertas y otras con serias carencias, pero por sobre todo el esfuerzo y los afanes de Carrillo estaban puestos en la prevención, en el evitar la enfermedad.
Por eso ese eminente santiagueño combatía las condiciones propicias para males como el chagas, la tuberculosis, el paludismo, y fumigación, vacunación, higiene, saneamiento, eran sus armas.
Todos saben que el agua potable reduce a niveles mínimos la mortalidad infantil, sin embargo casi el 70% de los santiagueños carecen de agua potable y un porcentaje mucho mayor de cloacas como pasa en la ciudad capital.
Solucionar esos problemas es encarar el problema de la salud. El gobierno nacional y el provincial hablan de la construcción de hospitales como si fuera la única política de salud. En la Matanza, el entonces intendente Balestrini inauguró uno en el 2003, funciona dos veces por semana por falta de médicos, paramédicos, personal de enfermería, mucamas; en vez de solucionar eso, han lanzado la construcción de otros dos edificios en ese municipio bonaerense. ¿Será por los sobreprecios en la construcción?
En la provincia se han construido varios establecimientos, algunos muy necesarios, otros desmesurados pero el mayor exceso es que no hay médicos ni personal auxiliar. No hay estímulo alguno para que los profesionales jóvenes vayan al interior de la provincia. Mientras tanto un grupo que gana más porque en teoría debería asistir al interior no se mueven de las oficinas burocráticas.
El hospital Regional está colapsado. Por las humillantes, las degradantes remuneraciones que también soportan enfermeros y enfermeras universitarios que no les queda otra camino que la emigración para lograr una justa compensación por haber estudiado y los que desempeñas tareas más modestas pero esenciales en estos servicios.
Mal equipado, mal mantenido, con falta de insumos y cuando se compran remedios caros y que debe investigarse sobre su calidad, habida cuenta del escándalo de los medicamentos truchos. Por otra parte es notable la mejora de calidad de los médicos en esta provincia, que hacen innecesario en la mayor parte de los casos viajar a Buenos Aires para atenderse. Todo eso está en peligro por el derroche de los fondos públicos.
Desde que el gobierno de los K asumió la planta de personal ha subido un 50 % en la Nación, las provincias y los municipios. Sin embargo, apenas han subido las plantas de personal de la salud, la educación y la salud. En la mayor parte del país faltan médicos y aún más personal de enfermería universitaria y mucamas. ¿Dónde están esas gentes? ¿Que hacen?, porque las nóminas salariales las pagamos con una presión fiscal equivalente a los países cuyos sistemas públicos de salud y sus sistemas públicos de educación son de calidad.
Los dineros públicos deben ir esencialmente a seguridad, justicia, salud, educación. No hay política social más seria que cumplir con esas funciones básicas del estado. Hablando de dineros públicos surge inevitable la pregunta inquisidora, ¿Qué ha hecho con los dineros recibidos de la Nación? Porque las obras promovidas hasta el hartazgo no existen en esa magnitud cuando se recorren los caminos de la provincia y persisten tugurios y miserias que conmueven a la condición humana.
Esto es el resultado de la mezcla de ineptitud y corrupción. Es el fruto de la falta de políticas de largo plazo que resuelvan los problemas más afligentes del pueblo y que son vitales para recuperar al país y vencer a la pobreza, tema que nos debe importar a todos, aunque sea por conveniencia.
Son la consecuencia de una dirigencia mal formada, sin ideales que busca en la política un ascenso económico o social y que ignora de dónde venimos y no sabe ni tiene idea ni interés en la cuestión de a dónde ir, de cuáles son las metas.
Basta observar el nivel de las legislaturas o de la justicia que lleva a estas preguntas: ¿dónde se recibieron?, ¿se sienten responsables los decanos de las facultades de donde egresó parte de la autollamada clase política santiagueña?
Hace un tiempo una conocida politóloga porteña decía que el problema de la política era la falta de educación y exigía el bachillerato como requisito mínimo para ser legislador o funcionario político. El que esto escribe le contestó: “La casi totalidad de los políticos actuales tienen títulos universitarios. Todos los cargos judiciales, incluso los prosecretarios son abogados, el problema pasa por los ignorantes titulados, cuestión que planteó hace un siglo José Ingenieros en su libro el “Hombre Mediocre”. Se refiere a la soberbia del educado a medias.
 Los médicos y el personal del sistema de salud provincial están demostrando dignidad y coraje. Si eso se extiende será posible un Santiago distinto y mejor.

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