miércoles, 11 de agosto de 2010

Niño

Sergio Sinay
Chicos jugando.
La gran noticia del domingo 8 de agosto, Día del Niño, fue que el consumo destinado a festejar ese día subió este año un 20 por ciento y que, en las jugueterías y negocios del rubro infantil mucha gente tuvo que hacer hasta una hora de cola para pagar. Una sociedad de consumo, en la cual la rentabilidad es prioritaria frente a la necesidad (como brillantemente lo describe Raj Patel en Cuando nada vale nada, libro que ya cité aquí) necesita de padres adictos al consumo para educar desde pequeños a niños consumistas. 
Esta noticia me provocó algunos interrogantes: ¿cuántos de estos padres y madres que gastaron una hora de sus vidas (y muchos pesos) en una cola, dirán después que no tienen tiempo para estar con sus hijos? ¿No habría sido mejor dedicar esa hora a jugar con sus chicos, a pasear, a charlar, a reforzar el vínculo (o a crearlo) a través de algo que no sea material y que no se parezca a una transacción (“Mirá lo que te compré para que veas cuánto te quiero y para que me quieras”)? ¿Mientras aumentaba un 20 por ciento el consumo rabioso en el mercado infantil, en qué porcentaje aumentó la desnutrición y la mortalidad infantil y la deserción escolar? ¿Cuánto tardarán el jefe de gabinete o la Presidenta para hacer uso de su incontinencia verbal y decir que este consumo es un logro de la asignación universal por hijo? 
Día del Niño. Otra postal de una sociedad que ya no sabe con qué rellenar sus vacíos de sentido. ¿Y si empezáramos por sincerarnos y lo llamáramos, como corresponde, Día de la Industria del Niño?

No hay comentarios: