viernes, 12 de noviembre de 2010

La violencia virtual

Por Sergio Sinay

Un repaso de los comentarios de lectores en las ediciones electrónicas de los diarios y los sitios de noticias es una experiencia ilustrativa, inquietante y, para mí, desalentadora. Predominan los insultos (a los columnistas, a los redactores, a los otros lectores cuando no se está de acuerdo con ellos).
Insultos bajos, cargados de una violencia que asusta ya que, como alguna vez dijo Ghandi, es necesario cuidar los pensamientos porque se harán palabras y las palabras porque se harán acciones. No se admite el disenso (salvo honrosas excepciones que se pierden en la marea de agravios), se ataca a las personas aún sin conocerlas (conocerlas tampoco da derecho) y hay una asombrosa incapacidad de desarrollar argumentos propios e ideas fundamentadas para criticar aquello con lo que no se acuerda.
Ni hablar de la pobreza del lenguaje, de la paupérrima sintaxis, de la crujiente ortografía (que no son cuestiones menores, porque ellas revelan el mecanismo del pensamiento). Y a todo esto se suma la cobardía del anonimato, el ataque desde la sombra de un seudónimo o de una dirección de correo electrónico a menudo falsa, provisoria o inexistente.
Se actúa en Internet como se actúa en la vida. Esto es lo que llamo preocupante y desalentador. El síntoma habla de las conductas cotidianas, de la violencia ciega (no sólo de ladrones, asesinos, patovicas, presuntos piqueteros y barras bravas), de la incapacidad de escuchar, dialogar y discrepar con respeto, de argumentar y sostener una idea. Estos espacios on line muestran como una radiografía inocultable dolencias diarias de la sociedad.
No faltan quienes dicen que esto es democracia virtual. Error. La democracia no da derecho a la prepotencia y a la impunidad. Garantiza el disenso y, antes que la conducta avasallante de una mayoría, avala y resguarda los espacios de las minorías. Porque una sociedad es madura cuando se reconoce como un conjunto de minorías capaces de convivir en la diversidad. En la red anida también el huevo de la serpiente autoritaria.

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