jueves, 24 de marzo de 2011

La condición humana

Por Sergio Sinay.

Los animales que sobreviven a situaciones de grave riesgo siguen adelante con sus vidas según se los indica el instinto. La condición humana hace que, ante situaciones trágicas, nos asalten preguntas que otras criaturas no se hacen: ¿para qué vivimos la vida que intentamos resguardar? ¿Cómo la estamos viviendo? Quedamos de frente a nuestra humanidad.
A propósito de Japón, dos cuestiones hacen figura ante mí. La primera es el comportamiento de los japoneses en una situación catastrófica. Solidaridad, empatía, tenacidad, paciencia. Sin saqueos, sin aprovecharse del prójimo, sin preguntarse ¿Por qué a nosotros?, sin creerse con privilegios especiales,. Una actitud aprendida a lo largo de los siglos, transmitida de abuelos a hijos y de hijos a nietos a través de la conducta. Una forma de afrontar la vida que no sólo permite trascender a las tragedias, sino también consolidar vínculos y modelos sociales y económicos.
La rapacidad, la voracidad, el oportunismo asistencialista, la impiedad, la violencia que vemos en nuestra sociedad y en otras cercanas ante tragedias mucho menores no son, entonces, atributos inevitables del ser humano, como se suele decir. Son comportamientos aprendidos, transmitidos y entrenados en la vida de cada día. Son elecciones, y siempre somos responsables de nuestras elecciones. La cooperación y la empatía se eligen. El egoísmo y la rapiña, también. Sin excusas.
Segunda cuestión: Japón es la tercera economía mundial y el paraíso del progreso tecnológico. Su desarrollo es los que suelen hacernos creer que podemos ser dioses, dominar a la Naturaleza, eliminar lo incontrolable, ser dueños del destino. Trágico recordatorio: sólo somos humanos, viviremos siempre en la incertidumbre, rodeados por el imponderable, respondiendo, a través de acciones, elecciones y actitudes, a las preguntas que la vida nos plantea a cada momento a través de situaciones fuera de menú.
Frente a eso nos ha sido dado lo que nos hace humanos: la libertad de elegir. Y la responsabilidad por lo que elegimos. Si elegimos creernos dioses, habrá mucho para sufrir. Si elegimos vivir como humanos, podremos ir descubriendo sentido en nuestras vidas, también en el sufrimiento.

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