miércoles, 16 de marzo de 2011

Los que nunca tiemblan

Por Sergio Sinay.
Tres días después del terremoto en Japón, era imposible saber cuántas vidas se habían perdido. Se temía que más de 10 mil. Pero lo que más preocupaba en los centros del poder mundial eran las pérdidas económicas. Eqecat, una consultora de Washington especializada en riesgos por catástrofes, calculaba que las pérdidas económicas rondarían los 100 mil millones de dólares. El lunes 14 The Wall Street Journal, el vocero de las grandes corporaciones estadounidenses, se preguntaba, con temor, si Japón repatriaría los capitales invertidos en Estados Unidos y en otras economías y cómo debilitaría eso a los “mercados”. La consultora J.P. Morgan Chase preveía una enorme volatilidad en los mercados de petróleo. Japón es el país más endeudado del mundo desarrollado. ¿Su catástrofe arrastraría a la economía de los otros?
Mientras el dolor humano se extendía como una mancha sombría, los inmorales de siempre (banqueros, economistas, “estadistas”) miraban índices económicos. ¿Qué son 10 mil muertos sin nombre frente a cientos de miles de millones de dólares en peligro? Esta misma pandilla corrió a salvar bancos y corporaciones inyectándoles millones de millones de dólares (muchísimo más que cien mil millones) en 2008, mientras legiones de personas perdían sus casas, sus trabajos y sus futuros. Lo harán de nuevo. Las pérdidas económicas se recuperarán y pronto serán otra vez ganancias. Las vidas no importan, jamás les importaron salvo las propias, tan miserables. Como decía el Calígula de Camus: “¿Hablamos del botín o de las vidas? Porque si hablamos del botín las vidas no importan”. Para una postal del mundo presente, hay que leer esa obra del gran hombre moral que fue Camus. Calígula está en todas partes y no muere con los terremotos. Allí sólo perecen los otros, los humanos de a pie.

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