Por Ceferino Reato, editor ejecutivo de la revista Fortuna.
“Lo que propongo es regresar a un capitalismo en serio porque lo que estamos viviendo, señores, no es capitalismo. Esto es un anarco capitalismo financiero total, donde nadie controla nada”. Estas palabras dieron la vuelta al mundo y fueron pronunciadas por nuestra presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, al llegar a Cannes, la semana pasada, para participar de una reunión del Grupo de los 20.Le fue muy bien a la Presidenta en ese viaje: se reunió a solas con su colega estadounidense, Barack Obama; logró junto con Brasil y otros emergentes frenar el objetivo de Francia de fijar precios máximos para la soja y otros commodities, y fue felicitada en forma efusiva por los otros líderes debido a su reciente reelección, ya en la primera vuelta.
La crisis internacional es tan profunda y extensa que el diagnóstico de la Presidenta puede ayudar a iluminar dos de las posibles causas del problema: la autonomía del sistema financiero con relación a la producción de bienes y servicios, y su falta de control por parte de los aparatos estatales.
Es la visión del italiano Tony Negri, según expuso en su reciente visita a la Argentina, y es uno de los puntos en común que tienen los movimientos de indignados que se manifiestan en diversos países. Los Estados deberían recuperar poder y crear nuevos mecanismos de regulación sobre el capital, en especial el financiero.
La visión de Negri coincide con la del kirchnerismo en este punto: en una mayor regulación por parte del Estado, y, según indican varias encuestas, la mayoría de los argentinos comparte este concepto.
Otra cuestión es si esta práctica política nos conducirá a un regreso al "capitalismo en serio" que propone la Presidenta. Porque el riesgo parece bastante evidente: que nos lleve a un "capitalismo de amigos", como los analistas describen, por ejemplo, a la Rusia actual, donde los últimos gobiernos han favorecido la compra de empresas por parte de hombres de negocios afines al régimen.
Otro riesgo es que los gobiernos tomen decisiones coyunturales que oculten los problemas y perjudiquen a distintos sectores sociales. Por ejemplo, las trabas para la compra de dólares, que afectan al turismo y al mercado inmobiliario y van perfilando la creación de un robusto mercado paralelo.
Esas medidas están en línea con la virtual intervención del Indec: para enfrentar el problema de la inflación, el kirchnerismo no apuntó a bajar los precios sino a corregir el índice.
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