Queriéndolo o sin querer, Montenegro embarcó a toda la cúpula de la central obrera en una campaña electoral que, si no se realiza con la anuencia del gobernador Gerardo Zamora, llevará todas las de perder, algo que los observadores consideran muy posible ya que este fin de semana comenzó a perfilarse, como posible candidato oficial, Abel Tévez, recordado por su pésima actuación en los últimos desbordes del Salado.
“Si no desmonta de su postulación se corre el riesgo de dividir los votos del oficialismo, además podría dejar al gobernador como alguien sin palabra, ya que prometió varias veces y públicamente que en Santiago y La Banda , tendría un solo candidato por ciudad, mientras que en el resto de la provincia dejaría que sus postulantes se maten”, confió a Arena Política un alto funcionario, preocupado porque a esta altura de la campaña, el presidente de Quimsa todavía no dio señales de cejar en su tarea de ensuciar paredes.
Pero si a esta altura de los acontecimientos, se baja del caballo, la CGT a su vez perderá el poco crédito que aún le quedaba entre los afiliados a los gremios confederados. Quién los hará entender que se trató de una picardía de uno de sus miembros que se largó a la carrera sin tener al menos una palabra de apoyo del resto de los sindicatos.
En las filas zamoristas cunde el desconcierto en estos días por algunas movidas de su jefe, que primero apoyó la candidatura de una docena de dirigentes y ahora al parecer se inclinaría por uno de ellos sin dar mayores explicaciones al resto. O peor, mostrándoles una encuesta dibujada.
En estos momentos, tanto en los barrios más alejados de la ciudad como en el centro, en cafés, oficinas públicas, comercios, en la charla del mediodía en las casas y en las tertulias de pasillos de las reparticiones corre el rumor de que esta vez, como tantas otras veces en la historia de los santiagueños, los capitalinos le darán la espalda al candidato oficial. La consigna que todos se pasan en voz baja es que no hay que crear un nuevo Julio Alegre ni permitir que vuelva Hugo Infante, con sus negocios y su hijo, acusado de tentativa de violación, entre otras blancas yerbas.
En el fondo del alma de los santiagueños se va dibujando una venganza.
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