Eduardo Marcos.
Ayer, viernes, dejó de existir en La Banda , Jorge Vidal, conocido en los escenarios de las peñas folklóricas como Eduardo Marcos, seudónimo con el que adquirió una gran popularidad a fines de la década del 60 y principios de la del 70.
Según La Banda Diario , “su primer long play arrasó en ventas, incluyó un repertorio de canciones clásicas del folklore y contó con invitados especiales como don Hugo Díaz, Vitillo Abalos, Fernando Matos entre otros; y aquella zamba para “Mi tristeza”, del Nono Corvalán se convirtió en un clásico con su voz”.
A mediados de la década del 90 perdió trágicamente un hijo, a quien afirmaba que lo había muerto el hijo de un prominente funcionario policial de aquel tiempo. Su vida dio un vuelco y de empresario exitoso se convirtió en alguien que buscaba la justicia por todos los medios, como tantos en Santiago.
Ayudó a la fundación de las “Madres del dolor” en la provincia, mujeres que perdieron sus hijos en manos del gatillo fácil de algunos policías o que los estrados de la justicia le negaban la aclaración definitiva de las causas de sus muertes.
Con ellas fundó un periódico en formato tabloide, “La Verdad ”, que si bien tenía muchos defectos formales en cuanto a su diagramación e ideas periodísticas, en el fondo contaba una realidad que muchos santiagueños no se animaban a mirar.
Desde ese periódico y como ferviente adherente e impulsor de las marchas que se hicieron tiempo después contra el gobierno de Mercedes Aragonés de Juárez, fue uno de los principales protagonistas de la caída del régimen juarista.
A pesar de que sea una obviedad, hay que señalar que la causa por el deceso de su hijo nunca fue debidamente aclarada por la justicia santiagueña. Como también hay que indicar que quizás el dolor causado por esa injusta muerte y las dudas que dejó la actuación policial y judicial posterior, lo hicieron envejecer de golpe, lo que finalmente terminó minando su salud y llevándolo a su fin.
Este portal sostiene que también se fue uno de los últimos defensores de la verdad que le quedaban al siglo que pasó y el primero de éste, lo que no es poco honor para coronar una vida de coraje y honor.
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