lunes, 6 de abril de 2009

Alfonsín y los políticos de otra época


(Revista On Line, del sitio web de San Pablo, Brasil)

En una Argentina convulsionada por otros problemas que no eran los de aquella época, se puede percibir, con mayor nitidez, la brecha que existe entre los gobernantes de ahora y los de antes. 
 
Las muestras de respeto y congoja por la figura de don Raúl Alfonsín, primer presidente de la Argentina tras el retorno de la democracia, ha ocupado, durante estos días, desde la vigilia de la gente para pedir por su recuperación, hasta que se supo de su deceso, las portadas de todos los medios. Un “aluvión de mensajes de amor y respeto”, como cita La Nación en uno de sus espacios, se adueñó de las páginas de los diarios y la pantalla de la televisión argentina. Los medios extranjeros se hicieron eco de la noticia, y, en diferentes lugares del planeta, se le rindió un homenaje. Es el último adiós a un demócrata, que inspiró a miles, desde la tribuna, con sus palabras brillantes. Pocos se animan hoy a recordarlo por sus debilidades, la mayoría resalta sus grandezas. 
 
El hecho histórico que vivimos nos hace advertir qué pocos han sido los ideales que se han conquistado desde 1983, y cuántos han ido quedando en el camino: el respeto hacia el adversario político, no la confrontación permanente; la honradez y la transparencia, no la corrupción. 
 
En los últimos años, y a causa del regreso de un discurso intolerante y el más cruel de la política, la figura del doctor Raúl Alfonsín comenzó a ser revindicada, y su gobierno, analizado. Tal vez, este funeral, para despedir a “Don Raúl”, haya puesto “como a la intemperie” la carencia de muchos políticos. Quizá sea la misma tristeza que, por estos días, se exteriorizó como impotencia, o como miedo… 
 
Con la muerte de este ex mandatario, el corazón se entristeció, pero pasivamente, sin furia. Como seguramente sí existió con los informes, recomendaciones y noticias, hasta el hartazgo, sobre el dengue. Muchos habremos despotricado cuando se nos pidió responsabilidad y que “tiremos el agüita del florero”, mientras recordábamos que casi un cuarto de la población argentina no tiene una red de agua potable, y más de la mitad no cuenta con desagües cloacales. De qué responsabilidad nos están hablando, cuando el mismo gobierno, a sabiendas de esta situación, no multiplica esfuerzos para revertirla, sino por el contrario, resulta ser que las provincias más empobrecidas y con mayor mortalidad son las menos beneficiadas, a la hora de invertir para extender la provisión de estos servicios elementales. Será por eso que aún resuena, en nuestros oídos, la palabra de Alfonsín, recordándonos que el Preámbulo de nuestro querido país nos indica que los gobernantes deben… “promover el bienestar general”, entre otras tantas cosas.
 
O la impotencia que sentimos al enterarnos de que un hombre tomó la decisión de encadenarse para pedir celeridad en la justicia. Cómo es posible que Fabián Herrera, el papá de Sofía, necesite recurrir a un “toque mediático” para reclamar que le den una solución a su asfixiante situación: Su hija permanece desaparecida desde hace seis meses, y, en un grito desesperado, suplica “hagan algo”.
 
El acceso a la justicia es un derecho humano, aunque parezca una obviedad el repetirlo. Es que, en realidad, lo que debiera ser una obviedad es algo inaccesible para la mayoría de la sociedad argentina. Es lenta, ineficiente y cara, y muchas veces, llega tarde.
 
La gente muere, día a día, a manos de delincuentes, los precios avanzan a pasos agigantados, el Indec continúa con la mentira, la educación se cae a pedazos y la salud también, y se sigue tejiendo  contubernios en la Legislatura, a fin de “salvar lo que más se pueda” con el adelantamiento de las elecciones.  
 
Ésta es la Argentina de hoy, la que debemos mantener en pie, la que necesita dosis de esperanza y de valores para que podamos escuchar, algún día, repetir nuevamente que el legado de nuestro ex presidente se cumplió: “con la democracia no sólo se vota: con la democracia, se come, se cura y se educa”.  

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