martes, 7 de abril de 2009

¿Quién escuchó el grito de Claudia Orozco?



Por Miguel A. Brevetta Rodriguez

El día 2 de abril de 2005 se encontró muerta en un barrio de Santiago del Estero a una joven de conocido perfil emprendedor e independiente, con ansias y capacidad de progreso, incorporada al contexto social de manera exitosa y con calificados antecedentes ambientales y morales, a quien nunca se le conoció enemigos, ni adversarios de ninguna índole.

Hoy, su muerte es un misterio, al igual que los puntos de contradicciones, los indicios nunca investigados, la documental no ponderada y las testimoniales no rendidas en el sumario judicial que investiga los hechos de su trágica desaparición. expediente 259-A “Motivo de establecer las causas que produjeron la muerte de la ciudadana que en vida se llamara Claudia Gabriela Orozco”.

Han trascurrido cuatro años sin que se lograse, ni siquiera la modificación de la carátula, que pretende arribar a las causas del deceso. 

Cuatro años de dudas acumuladas, de dimes y diretes, de no instar desde adentro lo que se pide desde afuera. De no escuchar, ni incorporar lo que se solicita, de no atender como es debido, de no advertir, ni siquiera de analizar, aquello que se encuentra incorporado, a falta de otros perdidos elementos, que pudieron haber servido- aunque más no sea-  para la sospecha.

Cuatro años tras la búsqueda de la verdad, a secas, sólo la verdad. Tiempo mezquino que aun no es administrado por las vías de la coherencia, que deja a su paso, infinitos interrogantes que se van adelgazando en la letra y en la memoria. Tiempo malsano, cobarde, embozado en las sombras. ¿Qué se tiene hasta el momento? 

Cuatro años de lamentos de no se sabe, de no se puede, de idas y venidas con ningún resultado. De marchas de afuera y contra marchas de adentro. De pedidos de justicia y desde el fondo de la angustia, alaridos de piedad, que ya no encuentran lagrimas después de tanto lamento y desconcierto estéril.

Cuatro años es mucho tiempo de espera para un justiciable y se agrava la mora, cuando los que aguardan son los padres de una hija muerta, que piden explicaciones por doquier y no encuentran respuesta de parte de quienes manejan el servicio de justicia, en donde se encuentra radicada la causa.

¿Cómo es posible que la sin razón venza a la ley? Alguien debió escuchar gritar a Claudia Orozco. Los que se van por su propia voluntad suelen dejar avisos, cuando no señales, para que se interprete el gesto. Se van convencidos de que no pudieron con la vida. Tal vez,  porque no encontraron la manera de convivir con ella.

Pero éste no es el caso. La vida no se va por los silencios. La juventud es un canto a la vida y si se atenta en su contra, hay que buscar un responsable. ¿Quién se encuentra en ejercicio pleno de la impunidad? 

El tiempo pasa, pasa la vida, todo pasa, queda la muerte.  La muerte inexplicable que no tiene destino, que no encuentra responsables, que no responde al llamado de los que sienten  el dolor de la impotencia, hasta el último latido.  ¿Será justicia?

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