jueves, 2 de septiembre de 2010

Lujo y despilfarro en la caravana de Zamora

Camioneta del zamorismo.
Asco y desesperanza. Son las dos sensaciones que despertó en la gente la caravana organizada por el gobierno de Gerardo Zamora. Asco por la cantidad de dinero tirado a la calle en bombas, vino tinto y camionetas lujosísimas alquiladas para la ocasión. Desesperanza, porque si llega a ganar de nuevo en la elección del domingo, se afianzará un modelo que ha puesto el acento en obras faraónicas y se olvidó de la gente, de los enfermos de los hospitales que no tienen ni para aspirinas, de los chicos con hambre en todas las escuelas de la provincia, de los jubilados, de los desocupados. Se olvidó hasta de los mismos que cargó esta tarde en los camiones para hacerlos pasear por la ciudad a cambio de unos pesos, tinto en cajita y choripán.
La caravana del gobierno fue la muestra más patética de que el gobernador de los santiagueños es un fiel discípulo de Carlos Arturo Juárez, a quien imita hasta en los más mínimos gestos.
Lo que más hubo fueron camionetas lujosas, todas de contratistas de la provincia y camiones de recolección de basura a los que nadie se tomó el trabajo de quitarles las insignias de la municipalidad. Al frente, una camioneta de Tránsito de la comuna abría la marcha, mostrando a la ciudadanía independiente que quien tiene plata hace lo que quiere.
Y encaramado en lo alto de un camión, cuyos dueños han de ser muy bien recompensados, el candidato títere, Hugo Infante, el gobernador y el primer postulante para concejal, Juan Manuel Beltramino, que fuera colaborador de uno de los mejores intendentes que tuvo Santiago, el bien recordado Mario Bonacina, y hoy se ha vendido por treinta monedas de plata al poder del zamorismo.
Quien quiera estudiar las deformaciones del sistema republicano de gobierno, que acuda a Santiago del Estero, aquí verá todas, una por una, hasta las más mínimas, en una sociedad cuyos gobernantes se esfuerzan en corromper todos los días, sin descansar sábados ni domingos.

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