miércoles, 1 de septiembre de 2010

Twitter

Sergio Sinay
El canciller que twitea.
El canciller argentino, adicto a Twitter, pide perdón por los horrores ortográficos y sintácticos de sus mensajes y dice que se deben a que los escribe mientras va de un lado al otro. Como la escritura es reflejo del pensamiento habrá que preguntarse si también piensa como escribe mientras va “de un lado al otro”: con pobreza de léxico y de metáforas, con anemia de palabras e ignorancia de reglas básicas de la comunicación humana. Si sólo fuera él sería preocupante por el cargo que ocupa, pero sabríamos que es algo pasajero (no será canciller eternamente).
El problema es que a la secta completa de funcionarios y políticos, de todo partido y pelaje, se le ha dado por esta forma de evacuación de sus ideas (?), pensamientos (?) y ocurrencias. Son sólo 140 caracteres por mensaje: toda ortografía, toda sintaxis, toda gramática, toda coherencia, toda ilación, toda lógica, toda argumentación o fundamentación mueren ahogadas por el exabrupto y la síntesis absurda. No tienen mucho más para decir: con 140 caracteres les sobra, incluso a menudo los completan (a pesar de las brutales abreviaturas) con signos y puntos suspensivos. Son verdaderas confesiones del vacío mental, intelectual, cultural e ideológico que padecen.
Alguna vez, dentro de mucho tiempo, habrá (esperemos) generaciones que reirán con asombro al comprobar cómo se hacía “política” en esos tiempos oscuros, pobres, desnutridos de sentido y de moral en los que vivimos. O estos seres patéticos lo habrán logrado: habrán contribuido a que perezcamos antes. Y si ya es desalentador que ellos (ministros, jefes de gabinete, legisladores, opositores, oficialistas) se dediquen a esta práctica cotidiana de autosatisfacción que los hace creerse “comunicadores”, es mucho más triste que miles de personas gasten minutos del tiempo de sus únicas vidas en leer estos ominosos balbuceos.

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