martes, 30 de noviembre de 2010

El día que Twitter murió para los funcionarios

Por Darío Gallo
Casa Rosada, sede del Poder Ejecutivo de la Argentina.
El lunes, cuando alrededor de las 17, el diario español El País reveló los cables secretos que involucraban a Buenos Aires, Twitter se convirtió en el espacio de opinión y debate sobre el fenómeno Wikileaks. Los periodistas argentinos estaban avisados porque el usuario de Twitter del diario madrileño había alertado que revelarían los secretos a esa hora. En poco tiempo, lectores avispados y periodistas divulgaron el contenido de los cables -de a 140 caracteres por vez-, a medida que iban descubriendo párrafos llamativos.
Luego del impacto inicial, y de que los medios digitales expusieran lo más destacado en sus sitios, había que buscar la reacción oficial. Hacía tiempo que un hecho no sacudía tanto al gobierno. Hasta el durísimo golpe de la muerte imprevista de Kirchner fue mejor asimilado por los funcionarios que la revelación del lunes. Sólo hay que ir a las cuentas oficiales de Twitter del jefe de Gabinete o del canciller, habituales chicaneros de la red social, para asistir al apagón comunicacional ante el suceso. Durante 15 horas, ni Timerman ni Aníbal Fernández dijeron una palabra. La cuenta de la presidente tampoco actualiza desde el 27 de noviembre.
¿Era necesario que los funcionarios argentinos dieron su opinión en Twitter? Claro que no. Pero como este gobierno es quien pregona la necesidad de esquivar a los periodistas como intermediarios, qué mejor ocasión para saltear sus incómodas preguntas que publicar directo sus opiniones en Twitter. Pero la colisión fue tan grande y de derivaciones tan imprevistas, que incluso aquelllos que tienen palabras -o tuiteos- para cualquier evento, en esta ocasión prefirieron achicarse y esperar a que aclare la tormenta global. Tal vez sea un signo de madurez. La canchereada ya no tiene lugar entre nuestros funcionarios “más vivos”. Twitter, como Wikileaks, también es implacable. Aunque parezca mentira, la red social deja al descubierto tus fortalezas y tus cobardías.

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