jueves, 2 de diciembre de 2010

La realidad (política) virtual

Por Eduardo José Maidana

Estamos en el universo cibernético. El adicto sufre por dedos doblados y doloridos y ojos rojos de ardores, y no se pregunta por las deformaciones que esa adición produce en su cabeza. No sabe su alienación, es decir el escape paulatino de la realidad tocante y sonante, hasta que en una especie de delirio confunde y mezcla lo real-real con lo virtual. El cine y las series televisivas hoy abordan desde lo psíquico este fenómeno en los delitos. Lo virtual es una forma de la ficción. Su reino es la infancia. A veces la ficción en el relato (cuento, novela, crónica histórica) es el soporte que sirve a la verdad histórica documentada para mejor ser entendida. Emblemáticos son “Soy Roca” de Luna y “La fiesta del chivo” de Vargas Llosa. Pero el ficcionalismo expresa las cuasi realidades o las realidades de los hechos “como si”. Para mayor claridad: hacer como si fuese. Un dato ontológico, ese “como si”, porque hace al ser. No al parecer. Lo trágico es creer, aceptar y jurar que el parecer, y nada más que porque así alguien lo jure, mágicamente, ya es en uno en los demás.
El llamado matrimonio gay es una ley ficta, es decir propia del ficcionalismo, porque parte del “como sí” esa joven que dice ser hombre o aquel joven que dice ser mujer, en verdad lo son. En estos casaos el relato (y aquí entran los medios de comunicación) y de ahí debe venir lo del cuento del tío, que arman el tema: reclamo de derechos supuestos, emociones, sentimientos teatralizados, sobre todo la creación de un enemigo a derrotar – por ejemplo las iglesias -, todos los que oponen sensatez -, suelen reemplazar con la ficción narrativa del relato a los argumentos racionales y científicos.
La farándula es el mundo ficcional. La política que siempre estuvo tan separada de la farándula que doña Regina Paccini esposa del Presiente Alvear, nada más que por ser cantante de ópera fue rechazada como “la cómica”, al aceptar ser usada y aliada con el vodevil o revista o show, ese día, empezó a declinar hacia la ninguna exigencia de seriedad rumbo al espectáculo. Hoy, convertida casi en puro espectáculo en el que la verdad y la mentira, el golpe de efecto, la “operación”, la manipulación, el simulacro, pasó a ser el estilo del sistema. Vivimos la política-show.
Las peleas pro y contra el oficialismo de la “troupe” farandulera, es ilustrativa. A Juan Duarte le decían “jabón Lux” porque nueve de cada diez estrellas lo usaban. Tal uso prorroga su alcance a los subsidios, becas, cargos, ediciones, espacios en medios. No, no vaya a creer, no es la señora Fanny Navarro sola la sospechada.
Estamos antes “la política virtual” un menjunje de ficción y realidad en el que lo anormal de presentar “como sí” se ha vuelto tan peligrosamente normal que nos vamos acostumbrando a ello en un gesto habitual de silencio o de resignación. El doctor Julio C. Castiglione sostiene que “la impotencia es una forma de la corrupción”. Luego, nos convertimos sin dolor en corruptos gratuitos aislados en una campana de silencio. La única respuesta es la abstención. Años de plomo también son estos años, los de la indiferencia, que genera la corrupción y que va ganando a las mayorías sin voz.
Tres ejemplos. El velatorio y el uso de la muerte de Néstor Kirchner, la tercera boda de Mauricio Macri y la cachetada de Camaño a Kunkel. En el primero se organizaron y se previeron al detalle todos los movimientos y cámaras con vistas a la construcción del mito de Kirchner convocante de la juventud (que se reciclaba volviendo a pasar frente al ataúd según las crónicas) y del nacionalismo denostado, aquel del primer peronismo.
ahora exaltado con La Vuelta de Obligado y la figura de Rosas que nunca pudo ser nacionalista porque aquí en 1875 el nacionalismo aún era una semilla exótica.
La boda de Macri en sí misma tiene un sello de tilenguería demasiado ostensible, pese a la intención de re-lanzamiento presidenciable. “Lo ha humanizado”, es lo más ridículo que al recogerlo descendió a hacer suyo el diario La Nación-Hola. El caso Camaño-Kunkel tiene el morbo del escándalo. Y, de pronto, eclipsó hasta disolver la vergüenza de las denuncias de presiones y ofertas por votos, la famosa “Banelco” con lo que la oposición hizo “como si” nada hubiese ocurrido. El espectáculo boxístico, corrió el telón protegiendo a la “corporación política” cerrada sobre sí misma. ¡Y le alzó la mano triunfante al oficialismo…!
Algo mágico hay en la creencia de que pensar y querer es suficiente para que lo que parece que es, ya sea: los griegos le llamaban “hipóstasis” a esta patología. Que es muy nuestra. Por eso vivimos en “como si”, de modo que la virtualidad nos calza justo. Los intelectuales van primeros en esta “realidad” ad homine. Beatríz Sarlo en Intelectuales, tierra fértil del kirchnerismo (La Nación, XI.2010) los ve aferrados a tres banderas: el regreso de la política después de la crisis, el carácter popular de la gestión social de la pobreza (¡!) y una noción vetusta de la soberanía popular.
Lo demás no existe. Que en el 80% que vive con el 20% haya más del 30% de pobres, que el 80% del todo sea del 20% de ricos que lo son cada vez más, que el 45% trabajen en negro, que la inflación amenace hacer cima en el 30%, que la inseguridad ataque a hijos y entenados, que la inmoralidad rutile en grandes titulares con actores del poder o sus amigos íntimos triplicando costos, se disuelve en la política virtual del “futbol para todos” entre el estrépito de bombos y redoblantes, piquetes, barras y “camporismo”.
Todo eso, en costos, no es “como si” del virtualismo. Funciona plata en mano y lo pagamos todos. El “futbol gratis” es otra realidad virtual “pa la gilada” a la que hay que sacarle de la cabeza el cuento de las instituciones cuando para eso está el Jefe o la Jefa, ¡que se creen!.




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