Por Miguel A. Brevetta Rodriguez
("Líquido convenientemente preparado para el cultivo de bacterias y otros microorganismos en laboratorio// Factor o ambiente apropiado para la proliferación de algo, generalmente perjudicial").
El ejercicio del poder muchas veces se asemeja al vuelo de una aeronave en plena turbulencia, en donde de nada sirven los pilotos automáticos, y se precisa, entre otros elementos, concentración, pericia, mas imaginación o aptitud para sostener la nave y conducirla a puerto seguro.
Pero, como se sabe, la Casa del Gobierno parece estar presurizada, ello es con la presión atmosférica normal dentro del recinto, independientemente de la presión exterior, como en la cabina de pasajeros de un avión.
Nadie quiere escuchar lo que acontece puertas afuera. Solo se oye la música sutil con recitado oficialista, que casi siempre desafina y distorsiona, porque no se ajusta a la realidad de los acontecimientos.
Hace un par de meses el ex presidente Néstor Kirchner y su grupo, perdieron las elecciones legislativas en casi todo el territorio nacional. Cuando todo el arco político se acomodaba para presenciar la extremaunción, el derrotado, se alzó como el ave fénix, dando a entender que nada había sucedido y que la batalla por el poder no había concluido.
No hay peor afrenta hacia la democracia y la comunidad que desconocer la voluntad popular. Sin duda que el elector, cuando emite su voto y éste resulta triunfador, pretende visualizar cambios de inmediato. Pero resulta que aquí no se advierte que las últimas elecciones fueron para renovar ambas cámaras en el contexto Nación y que los quienes resultaron electos aun no asumieron sus respectivas bancas, razón por la cual los derrotados, navegan a sus anchas, sobre un mar que se viene en picada, mas con plazo cierto, a la desembocadura. Y conforme a lo que se observa, pareciera que no se dan cuenta de lo que acontece en el tejido social.
Los moyanos y sus bravucones salieron a bloquear la distribución de los dos principales diarios de la Argentina, impidiendo el contacto diario entre la información y el lector. ¿Acaso sostienen qué si éstos no llegan a las manos del pueblo, el pueblo no se informará de la realidad nacional? ¿O se trata de una estrategia de corte delictiva, destinada a medir fuerzas?
Ipso facto desde la cúpula del poder, se mencionan la existencia de ciertos planes de desestabilización. ¿Cómo? ¿En éste tiempo? ¿O se trata de simples aperturas de paraguas? Mariano Grondona desde uno de sus editoriales, a manera de ejemplo del sentimiento popular, rescató el verbo crispar y la palabra “crispación” (irritar, exasperar) se puso de moda. Y casualmente, es ese el sentimiento generalizado de los argentinos.
Ni falta hace recordar que estamos viviendo tiempos de tensión y la seguridad es letra muerta en la lista de los deberes estatales. La pérdida de valores es manifiesta y se extrañan a los representantes serios del poder, quienes parecen jugar a las escondidas, delegando la obligación de dar la cara en aliados, miembros y mandatarios poco creíbles, que no cumplen con la requisitoria popular.
Ahora parece que está vedado el derecho de opinión o libre expresión: “En momentos en que, a instancias del propio kirchnerismo, se deslegitima al adversario y se lo transforma en enemigo, ninguna convocatoria masiva es aconsejable.
Cuando las disputas son entre enemigos, la disidencia se convierte en delito y los ámbitos de debate pierden sentido. ¿Es ésta la Argentina hacia la cual nos encaminamos?.
“Hoy la oposición se debate entre dos posiciones: la disputa personal entre sus líderes y una confluencia en la tarea legislativa que condicionaría a la fuerza gobernante. El problema es que, ante este último escenario, el kirchnerismo podría optar por el consenso, pero también por todo lo contrario.
En ese caso, vendrán más tiempos de crispación, de declaraciones de guerra y de anomia. ¿Podrá sostenerse dos años un nivel semejante de virulencia?” (1).
Es el propio poder quien se realimenta constantemente, de elementos contrarios a la voluntad social. Está empeñado en transigir por el camino de lo impropio, que es lo mismo que preparar un “caldo de cultivo”, que no tardará en perjudicarlo.
(1) El desborde de la prudencia, por Fernando Laborda. La Nación, 13/11/2009.-
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