Por Sylvina Walger
Será que les gusta vivir así (a los presidentes Fernández-Kirchner), con el corazón en la boca, o que realmente estamos orillando el borde del abismo.
Me refiero a los dos temas que nos han tenido en vilo estos últimos días (pese a que hasta el 18 estará en vigencia la semana contra la depresión). Por un lado la inseguridad –a esta altura endémica–, por otro el bendito “clima destituyente” y sus marchas y contramarchas.
Respecto de la inseguridad, lo increíble es que en vez de acabar en un debate serio que genere políticas a largo plazo, el tema se ha diluido en un enfrentamiento entre las máximas figuras de la farándula argentina y Luis Chirola D’Elía. Éste, tal vez, uno de los episodios más grotescos que nos ha tocado vivir.
Hay que amar la derrota para embestir contra Marcelo Tinelli, Susana Giménez y Mirtha Legrand, tres ídolos indiscutibles de los argentinos, pero también tres trabajadores incansables.
Quiero aclarar que salvo el programa de Mirtha Legrand (con la que me une un afecto sincero), muy ocasionalmente miro a Tinelli o a Susana.
Y a la pregunta sobre “qué mierda han hecho por la Argentina” le contesto “entretener”, no robar.
A la reflexión del desbocado Chirola sobre que “habría que ver cómo ganaron la plata”, le respondo si conoce la relación entre rating y caché y ahí tiene la respuesta.
Por mi parte me gustaría que me explique no sólo el veloz enriquecimiento de sus patrones (utilizarán aquella fórmula de los héroes de mi infancia: ¡Shazam! ¡Shazam! y llueven las monedas), sino también el de los secretarios privados de la señora Presidenta, por sólo nombrar algunos de los enriquecidos en esta coyuntura (hemos padecido otras coyunturas también con riquezas veloces).
A “los presidentes” lo que les ocurre es que en ellos puede más el resentimiento, la venganza y el odio que el pragmatismo que acompaña a los grandes estadistas. Y es lo que les pasó con Cobos, de tanto humillarlo en vez de borrarlo lo convirtieron en un temible candidato. Nuestros faranduleros deberán agradecerles haberlos llevado al pináculo de la gloria.
Es de esperar que estos tres Quijotes no sólo tengan sus cuentas en orden (porque el batallón de la AFIP que les va a caer va a superar con creces al de Clarín), sino sus vidas privadas.
Nunca hay que olvidar que éste es un gobierno adicto al prontuario, como otros son adictos al chocolate.
Personaje emblemático de la CTA, a D’Elía no le importa sentarse en el cuarto piso de la CGT y abrazarse con Juan Belén, el ladero de Moyano. El mismo que sacó del arcón de sus antepasados la frase con que definió a la CTA “la zurda loca manejada desde afuera” (por una playstation será).
Volviendo a la inseguridad, las cifras que dio el otro día Aníbal Fernández son ciertas. La Argentina no es el país con mayores índices de inseguridad en la sangrienta y violenta América Latina. Eso no quita que la inseguridad existe y que se han perdido seis valiosos años en los que se podrían haber aplicado políticas de educación y protección a los menores. En la base de toda inseguridad hay un problema de educación. Pero a este gobierno no pareció preocuparle demasiado el tema. Ocupado como ha estado en aumentar su clientela y en odiar a los medios. Menos le ha preocupado a Scioli, que hasta ahora usó solamente el 3% del programa de desarrollo infantil que alcanza a más de 250 mil niños. ¿Y el resto?
Conviene aclarar que la Argentina no es Colombia, tal como lo explicó la colombiana Margarita García Robayo. “En la Argentina los violentos no son grupos organizados sino personas desorganizadas”.
Tampoco es México, al que le faltan unos centímetros para convertirse en narcoestado y cuyos habitantes viven rodeados de paramilitares que defienden la democracia y a los que se conoce por “parademócratas”.
La Argentina tuvo una oportunidad única de revertir esta situación de abandono que viven los menores, pero la dejó pasar. Había cosas más interesantes, el tren bala por sólo nombrar una.
El otro tema, que oscila entre lo desopilante y lo angustiante, es la amenaza destituyente. Hablan de un plan desestabilizador pero, como siempre, es algo solamente de ellos. Jamás lo compartirán con alguien del arco opositor. ¿Qué partido puede estar interesado en darles un golpe?
Si ellos son la izquierda y los que no gustan de ellos son la derecha, sería más bien tonto que alguien quiera voltear a un gobierno que tiene el apoyo de las principales empresas del país.
En la medida en que el gobierno no tenga contradicciones (que no se visualizan) con las 37 empresas que conforman actualmente la cúpula empresarial, según puede leerse en la página web de Claudio Lozano, en el informe “Las transformaciones de la cúpula empresaria”, no existe ningún peligro de interrupción del proceso democrático.
No hay golpe pero sí palabras violentas. El sociólogo Vicente Palermo se refiere a “la virulencia del lenguaje reciente”. Empezando por “zurda loca que manejan desde afuera” y la frecuencia con que aparecen antinomias como civilización y barbarie, pueblo/antipueblo, patria/antipatria “son palabras cuya carga de agresión orilla el derramamiento de sangre” y lo malo es que “no son privativas de un sector, sino que forman parte del mundo político cultural de los argentinos”.
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