lunes, 16 de noviembre de 2009

El “no-relato” contra los medios


Por Eduardo José Maidana

Acababa de anunciar la cancelación de la deuda con el FMI y en medio de su euforia, el 15 de diciembre de 2005, parado sobre el sillón de Rivadavia, Carlos Néstor Kirchner señalando al cuadro de San Martín, dijo: “Dentro de cien años, en ese marco voy a estar yo”, cuenta Edi Zunino (“Patria o medios”, Editorial Sudamérica, octubre de 2009),cuyo subtítulo es rotundo: “La loca guerra de los Kirchner por el control de la realidad”, que explica por el absurdo el clima de irrealidad que nos abruma y desorienta.

Esa tarde decembrina sus íntimos escucharon el “eje central de su proyecto político: permanecer un mínimo de cuatro mandatos seguidos en el poder, alternando el ejercicio de la presidencia con su esposa”. Luego, el afiche que el pasado sábado 7 apareció en el centro de esta ciudad con la foto de los esposos, tomando el bastón presidencial, con una mano cada uno, grafica ese designio expreso. El afiche dice: “Cuando la Patria está en peligro todo se puede hacer menos dejar de defenderla”.

La Patria vendría a ser el matrimonio, y el peligro que a tal supuesta patria la acecha el fracaso del proyecto de permanecer hasta 2019 en el poder. Más inquietante que este propósito, de un modo u otro intuido por la opinión pública, que se esforzaba por creer que no podía llegarse a tanto, es ese “todo” al que anuncia que están dispuestos realizar para lograrlo, tal cual lo vienen demostrando, y “el menos dejar de defenderla” que no sé porque, resuena en los espíritus desprevenidos entre advertencia y amenaza.

El afiche con el símbolo del poder matrimonialmente asido, proclama una tajante respuesta a la denuncia de usurpación del gobierno echada sobre el marido ex Presidente. Respuesta que en la fotografía, sin duda minuciosamente preparada, pareciera decir: es verdad, somos los dos el poder en una diarquía supra institucional, por encima de la constitución y de las leyes, si ello bien viene.

En una palabra, lo que es público, notorio, archisabido, aquí y en el extranjero: la usurpación del poder, y también el temor a que esa verdad sea cierta por cuanto todo ella implica para la dignidad personal y social argentina, ha sido puesta bajo la luz pública. Lo que era negado desde el colectivo argentino: la ilegitimidad, quizás por instinto de conservación o comodidad o impotencia, pareciera enarbolado en el afiche como una bandera desafiante que identifica al matrimonio con el poder, el famoso doble comando (Duhalde), y a ambos con la Patria.

Dice Zunino: “Desde el vamos los Kirchner se presentaron en público como los grandes editores de la actualidad argentina” (página 12). “Los Kirchner no gobiernan, hacen periodismo. Editan la realidad a su antojo” (página 20). Construyen un “no-relato”, por ejemplo los números del Indec (inflación, pobreza, desempleo, déficit fiscal en alza), negando la inseguridad pública, el manejo en la justicia, el silencio frente a acusaciones por corrupción de notorios miembros del gobierno (Jaime y los secretarios de la pareja hubiesen provocado la caída del gobierno en una nación en serio), ni qué decir el incremento de la fortuna del casal. Todo lo dicho, no existe para el “no-relato” y, esa escasa tapadera, obliga a culpar a los medios como enemigos a destruir.

Pero, el “no-relato” oficial se estrella contra la realidad que vive la gente común y que los medios más o menos medios independientes recogen a diario, (donde la recogen), que cargan sus pecados y que no saldrán ilesos de esta trifulca, dice Zunino. “Construir el relato es editar, borrar, poner o quitar a piacere. Aquello que no aparece en la tele no existe” (pág.167), mentira que creyó la emisora estatal a propósito de la total omisión de Cobos y Schiaretti, trasmitiendo desde Jesús María.

Néstor es el sustantivo y Cristina el adjetivo, pero “desde el 10 de diciembre de 2007 tenemos el adjetivo en lugar del sustantivo y al sustantivo en el predicado (…) hoy una oración incompresible”, “una manera de contarse a sí mismos más allá de los hechos, o francamente a contramano. Son el espejo de su propia grandeza. Su antojadiza reescritura de la historia. Tienen una vocación incontenible: parecer lo que no son para permanecer donde llegaron.” (ob. cit., pág. 19)

Cuando la droga del poder sorbe el seso, todos, sin excepción, someten a los medios o los prostituyen (o solos lo hacen), para ser ellos “el espejo de su propia grandeza” y usan las enmiendas “a su antojadiza reescritura de la historia”. Ernesto Laclau y su mujer Chantal Moufle ponderan “las bondades del populismo referenciado en líderes fuertes”, y cuestionan “la idea errónea y peligrosa de que para ser democrático hay que buscar el consenso”. Vienen del marxismo.

Preferida de Cristina es la Moufle, que a su vez, abreva en Carl Schmidt. “Estoy convencida -dice la Moufle- de que mucho tenemos que aprender de él, como uno de los oponentes más intransigentes y brillantes del liberalismo”, comprometido con el nazismo al que adhirió, reconoce. Zunino recuerda que Schmidt dio la doctrina sobre el Estado que fundó el hitlerismo, rechazó la democracia y sostuvo que “el poder real se revela en situaciones de excepción (“momentos mágicos”), según quien conserve la capacidad de decisión y no de acuerdo a las facultades constitucionales de poderes”, dijo que el pueblo es una masa y adquiere su identidad “por la adhesión a un líder carismático y por el enfrentamiento a un enemigo.” (pág.23)
El “enemigo” viene a ser los medios. Que se llamara a este tiempo “momento mágico” y desde el poder “madre de las batallas” por la ley de medios, subraya que en el “no-relato” funda el matrimonio su presente y su futuro. Tal sistema exige: victimizarse para atacar (Cristina), “seducir, comprar o destruir”, vengarse sin hesitar (Eliaschev y Morales), dar del tesoro público (Moyano), ahogar hasta el dolor ( Catamarca y Córdoba), ir contra diarios y empresas con la fuerza camionera pasando por encima de todas las leyes y la opinión pública, lo documenta Zunino.

Así resultan instaladas: la perversidad como mentalidad y la mentira como sistema doquiera un cuadro similar ocurre. Sin libertad de expresión, todas las otras libertades caducan. Luis Majul repitió por tevé lo escrito: que tal tipo de autócratas serían como Ricardo III: contrahecho, con el odio visceral a flor de piel, afiebrado por el poder total, destructivo, mentiroso contumaz, desaprensivo en su perversidad, que para Shakespeare murió clamando: “mi reino por un caballo”. Hoy sería: “mi reino por un medio”. (“El Dueño”, Editorial Planeta, noviembre 2009)
Creo que los dos libros que comento aquí, podrían ayudar a derribar muros desde adentro.

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