Carlos La Rosa*
Cristina Fernández y Mauricio Macri en otros tiempos.
No hay que confundir las lindas "chiquilladas" de los niños (y las de los adultos en serio que quieren recordar la mejor época de sus vidas) con las "chiquilinadas" a través de las cuales los grandulones que hoy conducen la Argentina celebran el Bicentenario de la Patria.
Chiquillada, chiquillada, chiquillada...
Pantalón cortito bolsita de los recuerdos
Pantalón cortito con un solo tirador....
Dice el abuelo que los días de lluvia
los ángeles chiquitos se vienen desde el sol
y bailotean prendidos al barrilete
flores del primer cielo, caña y papel color.
La canción Chiquillada de José Carbajal, eternizada por nuestro gran Leonardo Favio, es lo contrario a una chiquilinada. Una chiquillada, para los grandes, es recuperar el espíritu de los niños (esos ángeles chiquitos que en los días de lluvia se vienen desde el sol) sin por ello dejar de ser adultos. En cambio, una chiquilinada es la acción propia de los "chiquilines", esos adultos inmaduros por incapacidad de crecer. El modo en que las élites argentinas están celebrando el Bicentenario de la Patria , es una chiquilinada.
Bicentenario contra Centenario. La ideología con la que quienes detentan el gobierno nacional y sus seguidores interpretan el significado del Bicentenario, es respetable. Es un aporte más a la diversidad de ideas en una sociedad plural. Pero deja de lado su respetabilidad cuando excluye o ignora a las demás interpretaciones acusándolas de no aportar nada o incluso de restar.
La interpretación que el poder oficial da a la celebración del Bicentenario es, en lo sustancial, la de una guerra ideológica contra el festejo del Centenario.
No obstante, se trata de una guerra que el Centenario le está ganando por goleada al Bicentenario, no porque una época sea mejor o peor que otra (eso siempre será objeto opinable) sino porque el festejo del Centenario se hizo en relación con la sociedad y el mundo de su tiempo, mientras que el festejo del Bicentenario se hace contra el del Centenario cuando, en realidad, ambos festejos no debieron ser enfrentados sino complementarios.
El del Bicentenario es apenas un festejo del 25 de Mayo como todos los años anteriores, un poco más ampliado, un par de días más. El del Centenario fue un festejo que duró casi todo el año de 1910 y que, además, se empezó a preparar varios años antes.
Tanto la Revolución de Mayo de 1810 como su conmemoración de 1910 tuvieron algo en común que los diferencia del Bicentenario: los dos eventos no podían darse el lujo de pensar demasiado en el pasado, porque el futuro les urgía en grado sumo. Les urgía llegar a él. En cambio nosotros parece que no tenemos apuro, ninguna sed de porvenir y entonces nos dedicamos a volver al pasado para desandar el Centenario por ser un festejo de la "oligarquía", en nombre de una supuesta fidelidad "ideológica" con la Revolución de Mayo.
Esa revolución que en 1910 parecía ser sólo propiedad de los liberales, y que ahora, en 2010 parece ser sólo propiedad de los revisionistas. O sea, seguimos desvistiendo santos para vestir a otros, con lo cual terminamos copiando lo peor del Centenario, precisamente por nuestro afán en diferenciarnos de él.
Cuando a los festejos del Centenario debimos agregarle lo que le faltó, no confrontarlo porque aquél tuvo sectarismo y grandeza. Éste, sólo sectarismo. Es que en aquel entonces creíamos ser la Europa de América, cosa que en realidad nunca fuimos ni seremos, pero era un gran sueño.
Los no invitados. Invitar o no invitar a la gran cena del Bicentenario o ir o no ir al Colón, son chiquilinadas. No hay diferencia entre robar los granaderos de San Martín a Cobos para que no pueda festejar una fecha patria y no invitarlo a la gran cena gran. Comono hay diferencia entre las actitudes de ese Isidoro Cañones llamado Mauricio Macri que la chucea a la Presidenta agrediéndole al marido, y la respuesta de la Señora que se deja provocar (¡justo ella!, que no es nada provocadora, ¡la pobre!) en lugar de cumplir su lugar institucional. Pero claro, Macri es un petitero posmoderno y Cristina una seudo-reina que cree que la única institución existente es ella.
Aún así, se trata de chiquilinadas o, en todo caso, de nuestras módicas peleas políticas actuales, porque Cobos, Macri y los Kirchner son competidores presidenciales. No obstante, lo que quizá sea más grave, es no hacer partícipe de las celebraciones a los ex-presidentes democráticos con la increíble paradoja de que de esos cinco presidentes no invitados, ¡cuatro! son peronistas como los Kirchner (Isabel de Perón, Menem, Rodríguez Saá y Duhalde). Todo un dato.
*Los Andes, Mendoza.
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