Alejandro De Oto Gilotaux*
Es de público conocimiento que se han organizado a partir del Facebook rateadas masivas en varias provincias de nuestro país. Frente a esta realidad se ha recomendado desde el Ministerio de Educación de la Nación , previo acuerdo con todas las jurisdicciones, que las inasistencias a clase por este motivo no sean sancionadas sino que sean tratadas como una oportunidad de diálogo con los alumnos aprovechando el tema para generar un hecho educativo.
Si bien es muy importante, frente a cualquier falta cometida por nuestros alumnos, generar esos espacios y aprovechar para dialogar, debe quedar en claro que la educación, además del diálogo, implica la posibilidad de poner límites y sanciones. No debemos privar a nuestros alumnos de aprender que sus acciones traen consecuencias y que, si su accionar es equivocado, las consecuencias en general no son buenas.
Lo que todo educador debería hacer es intentar prevenir estos hechos dialogando, reflexionando, o, como hizo una institución, haciendo una “contra rateada” promoviendo el día de la asistencia perfecta. Esto último lo podrá hacer un colegio en el que exista un sano clima educativo, donde docentes y directivos trabajen codo a codo con los alumnos y sus familias.
Ahora, si a pesar del diálogo y la reflexión los alumnos eligen boicotear un día de clases, es importante que esto acarree una sanción. ¿Qué pasará si los alumnos deciden tomarse un día libre por mes? ¿Y si un alumno decide ratearse solo y no en forma masiva? ¿Cómo termina esto si el diálogo no puede contener esta propuesta?
Existieron en algún momento herramientas para que los colegios pudieran frenar este tipo de hechos, uno de ellos era la doble falta (la misma se podía aplicar cuando la inasistencia del día superaba el promedio de inasistencia diaria de un curso). Cada institución, de acuerdo a su realidad, debería buscar la forma en que sus alumnos se hagan responsables de sus actos.
Que una rateada masiva tenga como consecuencia sólo una charla reflexiva parecería una burla a los miles y miles de adolescentes que están fuera del sistema, y que viven en carne propia las consecuencias de estar excluidos.
Esta “travesura” es protagonizada, en general, por alumnos de los cursos superiores que saben perfectamente que ratearse está mal. A esa edad, en la que ya se mueven solos en la noche, algunos manejan autos o motos y otros ya votan a nuestros representantes, necesitan aprender que de sus conductas equivocadas se derivan efectos negativos. Las consecuencias escolares son siempre leves y el costo que pagan los alumnos al aprender en el ámbito escolar es siempre bajo. En cambio, si terminan el Secundario sin haber aprendido que sus acciones generan consecuencias, la realidad, que siempre es dura, se los va a enseñar con mucha más crueldad.
*Es profesor de Filosofía y Ciencias de la Educación , director de primaria y rector del Instituto de Capacitación e Investigación Docente del Colegio Los Robles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario