martes, 27 de abril de 2010

Como el iturrismo, el zamorismo va a la deriva


Lo que antes sirvió al gobierno para lograr adhesión política, ahora (cual boomerang),  vuelve en su contra.
El pueblo de la ciudad Capital, aquel histórico e insobornable soberano, es artífice de la epopeya. Hoy, con apatía y rebeldía sin precedentes, demuestra en todas las encuestas oficiales y privadas un rotundo rechazo a todos los candidatos ungidos por el zamorismo.
Del mismo modo que el  kirchnerismo nacional pende su existencia en el Senado al  "voto umbilical" de Ana María Corradi de Beltrán, aquí el destino de los funcionarios provinciales gravemente sospechados de corrupción administrativa y enriquecimiento ilícito, depende, justamente, del voto que puedan o no renovarles los vecinos de la ciudad Capital.
Zamora es consciente de esta situación y de los errores cometidos. Demasiada impunidad y hasta morbosos exhibicionismos de nuevas riquezas injustificadas en sus funcionarios ha colmado la fastidia del capitalino, que ahora aguarda la hora de emitir su voto para el desquite democrático. Claro, todos se dan cuenta que Julio Fernando Alegre es el ejemplo emblemático del modo de gobernar que continua vigente en todos los poderes públicos del zamorismo-kirchnerismo.
La Capital, entonces, será que definirá el futuro de la corruptela. Si triunfan los candidatos del zamorismo continuará el latrocinio. Si son derrotados, habrá mayores controles para evitar que sigan avanzando las irregularidades.
De todo esto se habla en los centros de poder. Hay preocupaciones serias. El fenómeno del “caso Alegre” ha envuelto a todos y a cada uno de estos funcionarios, desde Zamora para abajo. Todos ellos, que se decían radicales -no hay que olvidar-, trabajaron para que sea elegido intendente y, dentro “del partido”, lo ungieron como máximo jerarca radical: presidente de la Convención Provincial.
Lo eligieron a Alegre custodio del honor y los ideales del histórico radicalismo, pese a que conocían de las compras suntuosas, de los viajes al extranjero y de cada una de las tropelías del ex intendente.
Para colmo, siguen cometieron torpezas políticas. Son improvisados y, repitiendo la historia y las “aventuras” del iturrismo, el zamorismo perdió el partido radical y ya no tiene identidad ni el instrumento electoral. Va a tener que salir a buscar agrupaciones reconocidas por la Justicia Electoral que le permitan mantener el Frente Cívico por Santiago. Salvo, claro está, que se sienten a hablar con José Zavalía (interventor de la UCR) y lo convenzan para que mantenga al radicalismo dentro del kirchnerismo. Algo difícil, se supone.

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