Carlos David
O estamos embrujados o estamos rodeados de corruptos. Primero Julio Alegre y hoy, supuestamente, el hijo del actual intendente Hugo Infante quien, según una noticia publicada en el Diario Perfil, estaría involucrado en un caso de violación a una menor. Independientemente de este deleznable acto, me hago eco de una palabras del padre de la niña en su dialogo con el periodista Edgardo Guantay, cuando le preguntó: “Y ¿usted cree que él pagará por lo que hizo?”.
-“Me gustaría que fuese así, pero estoy convencido que por ser un hijo del poder va a terminar zafando. Por lo que conozco, tiene antecedentes”.
Una respuesta que demuestra una relación estrecha entre la corrupción, la justicia, el Estado de Derecho, los derechos humanos, la reducción de la pobreza y la gobernabilidad si el Estado y, por ende, los gobernantes, usan la inmunidad como impunidad, fomentan el cinismo, la desesperanza, la indignación y terminan por envilecer y desmoralizar al pueblo, generando un estado total de inseguridad jurídica. Demuestra también que al estar politizados los contralores, fiscalizadores y, sobre todo, con una justicia que forma parte del clientelismo político, elevan la desconfianza en la gente haciéndolos sentir impotentes frente a la corrupción, pues prevalece la impunidad.
La corrupción alimenta la desmoralización y la desconfianza hacia los que gobiernan. Envilece e incapacita al pueblo. La corrupción genera una apatía hacia una cultura de denuncia. El pueblo se siente impotente, afectado en sus derechos porque siempre prevalece la impunidad avalada por la inmunidad en que se escudan los corruptos, y ante la falta de voluntad política para atacar este mal.
La mayoría considera que denunciar un acto de violación, robo, etc., es inútil porque los culpables no serán castigados. Se nos pide que creamos en la democracia. Pero ¿cómo hacerlo si la cultura en que vivimos es una cultura de la desconfianza? ¿Cómo hacerlo si sólo a través de la mentira y la estratagema se logra algo? ¿Será posible que la mayoría de los ciudadanos que tratan de vivir con honradez no puedan colocar a la luz del día hechos de honradez que sustituyan millones de palabras y tengan así la posibilidad de comenzar de nuevo a creer?
La credibilidad es lo que legitima la autoridad y el ejercicio del poder. No basta hablar o conocer la verdad. Hacerla creíble depende de las actitudes con que la acompañemos. No basta saber la verdad, hay que decirla.
Si el Estado de Derecho es frágil y las leyes no se cumplen o se aplican torcidamente para favorecer intereses de personas o de grupos económicos o políticos, se crean las condiciones para la corrupción. Si un poder del Estado o un gobernante usan la inmunidad como refugio para no responder a requerimientos legales, se cae en la impunidad que entorpece los procesos que aseguran la igualdad de todos los ciudadanos.
La corrupción crea privilegios legales cuando se remite a unos a la vía administrativa y a otros a la vía penal por la comisión de los mismos delitos. No puede haber paz, seguridad, gobernabilidad, ni democracia donde no hay verdad. Castigar a los culpables (de actos de corrupción) es indispensable para romper de una vez con el silencio cómplice a favor de la corrupción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario