Obispos argentinos con el Papa.
El documento que elaboró la Iglesia , “La Pobreza : un problema de todos”, con un consenso y propuestas de la sociedad civil para el Bicentenario, llama a tomar conciencia de este drama y asumirlo “como responsabilidad propia”. Hasta aquí todo bien.
Pero luego de algunas consideraciones define la pobreza como “una problemática multidimensional”, una enunciación de la que, lo más que puede decirse -siendo generoso con la inteligencia de quienes lo redactaron- es que es oscura e insuficiente.
Agrega el documento, con una redacción propia de políticos de barrio, que esta “problemática multidimensional” es la que sufren las personas por no poder desarrollar sus capacidades de ser y de “hacer cosas” (sic).
“El ingreso obtenido con el desempeño en un trabajo digno es un medio para desarrollar el propio ser y la propia familia y avanzar en actividades productivas en beneficio personal, familiar y de la sociedad en la que se vive. Este desarrollo debería estar sólo limitado por las propias capacidades, para lo cual es necesario asegurar la nutrición y el cuidado de la salud de cada ser humano desde su concepción; proveer educación integral a todos los ciudadanos para igualar las posibilidades y abrir la puerta de la inclusión social y asegurar el acceso a los servicios sanitarios básicos que acompañen a una vivienda familiar digna.”
En el documento de la Iglesia hay una lista de generalidades. “Sin agotar los requisitos para erradicar la pobreza queremos subrayar la necesidad de fomentar un plan de desarrollo integral nacional, que tenga en cuenta el crecimiento económico, social, y cultural de los argentinos (con crecimiento, productividad e inversión en forma conjunta con la generación de empleo); controlar la inflación, que tanto daño hace en particular a los sectores más pobres, sin caer en las políticas de ajustes que han demostrado un gran fracaso y la fractura social; garantizar un marco legal y jurídico estable, que permita proyectar a futuro; promover y asegurar una educación integral y moderna para todos los niños y jóvenes; velar por la salud y la seguridad de la población, en particular combatiendo el flagelo de la droga, sabiendo que en el largo plazo la mejor política de seguridad es lograr una sociedad más justa e integrada; garantizar la independencia de las provincias y municipios, delegando responsabilidades y asignando los recursos necesarios; generar la infraestructura necesaria para el crecimiento de todos, especialmente para las zonas más postergadas del interior del país: escuelas rurales, hospitales, caminos, trenes; respetar y hacer respetar las leyes y fomentar un cambio cultural dando un ejemplo ético y moral, promoviendo la honestidad, la cultura del trabajo, la cooperación, la transparencia y credibilidad, evitando el clientelismo y asistencialismo”.
Después continúa en cinco páginas que no pasarán a la historia como modelo de redacción. Pero es una lista demasiado larga de lugares comunes como para seguir aburriendo a los lectores.
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