Carteles promoviendo la candidatura de Montenegro.
Va siendo hora, dicen algunos hastiados diputados oficialistas, de que Gerardo Montenegro y su banda rindan cuentas de los 4 millones de pesos que recibieron del gobierno de la provincia, según reconoció Ángel Llamazares -otro beneficiario- para que “un compañero de la CGT también tenga derecho a ser intendente de la capital”.
Es que, Montenegro y Llamazares, junto Andrés Bernasconi, diputado bandeño -también sindicalista como los otros y también novísimo millonario- recibieron ese subsidio no reintegrable, de 4 millones de pesos, para comprar 56 mil bolsines que entregarían a la gente humilde de Santiago.
El destino del dinero, es una incógnita, no solamente los diputados oficialistas, sino para la oposición, la gente de la calle, los afiliados de Quimsa, club que preside Montenegro, gran parte de la CGT , punteros de todos los partidos, empleados públicos y privados, que se preguntan cómo hicieron la CGT de Santiago o la Unión del Personal Civil de la Nación , uno de los gremios más poderosos del país, para repartir la comida entre los pobres. También se hacen esta pregunta los empleados de Vialidad, afiliados del gremio de Bernasconi, algunos con necesidades alimentarias insatisfechas, para no hablar de los siempre explotados obreros rurales de Santiago, afiliados del sindicato del que es propietario Llamazares, que no son sinónimo de riqueza, justamente. Si es que repartieron las bolsitas, claro.
Deberían contar estos diputados qué criterios usaron para adquririr la comida, es decir qué se compró de cada cosa, qué relevamientos hicieron en los barrios para saber cuánto de cada mercadería comprarían, cuántos asistentes sociales participaron de ese relevamientos y bajo qué métodos o criterios lo hicieron, qué métodos usaron para la compra, licitación pública, privada o compulsa de precios, cómo se hizo para controlar la entrega, cuándo le dieron participación a la dirección de Industria y Comercio para que supervise semejante adquisición, si le dieron intervención a la dirección de Bromatología para evitar que los pobres reciban comida en mal estado, dónde almacenaron la mercadería hasta que la entregaron a los pobres, quién hizo la desinfección del local en que se guardaron los bolsines, quién controló los sellos del Registro Nacional de Producto Alimenticio.
También quieren saber en qué barrios se entregaron las bolisitas de comida, cómo se hizo la entrega, es decir, qué vehículos se usaron, quién supervisó que cada bolsita fuera a parar a quien lo merecía, si los vehículos que la entregaron eran aptos, es decir estaban autorizados por Bromatología para esa tarea, si todos los relevados recibieron su correspondiente bolsita o faltó alguno, cómo se hizo para subsanar el error y quién hizo el repaso por cada barrio.
Son muchas preguntas en las que se mezcla la curiosidad y la desconfianza, ya que muchos dudan que el dinero haya sido usado para alimentar a la gente pobre. No son pocos los que creen -ya sean diputados o no- que los 4 millones de pesos fueron repartidos entre los tres diputados, que dieron de comer a sus propios y ostentosos bolsillos de opulentos dirigentes gremiales.
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