Volvimos al día siguiente, pero detectamos que había sofocación en el ambiente por lo que el aire resultaba escaso, los voluntarios temían la posibilidad de un derrumbe, y sin contar con las herramientas adecuadas, la aventura podría tornarse riesgosa. Así, de inmediato se interrumpieron las tareas. Por la tarde lo interesé al Gobernador sobre el hallazgo y la significancia para el ámbito de la cultura de proseguir en el intento. Me pidió un presupuesto y prometió que lo estudiaría.
Estábamos ante un hecho singular, porque pretendíamos desmitificar más de medio siglo de rumores, dimes y diretes, en torno a pretendidos sucesos de nuestra historia provinciana que de una u otra manera, ayudarían a comprender la razón del proceder de nuestros próceres.
Al mes siguiente se llamó a elecciones imponiéndose el Partido Justicialista con Carlos Juárez a la cabeza, sobre la sigla MID –frente de partidos anti juaristas- que presentó a Francisco López Bustos como candidato a la primera magistratura.
Obvio que el resultado electoral significó el fin de mi gestión al frente de la Dirección de Cultura y el desinterés total por lo realizado y por la proyección de nuestra cultura popular. Pero nuestras intenciones nunca claudicaron y con el tiempo me di cuenta que habíamos dado el punta pie inicial para que se continuase con la búsqueda de la verdad real.
Recuerdo aun las conversaciones mantenidas con fray César Acosta, quien sostenía que debajo del altar mayor de la Iglesia La Merced se encontraban ambos túneles, de iguales dimensiones y en las mismas condiciones que los que descubrimos en el Teatro 25 de Mayo. Sugiriendo que el recorrido de estos pasadizos secretos de comunicaban con la casa del Gobernador Ibarra y con la casa de gobierno, entonces situada frente de la Plaza Libertad.
Más de un amigo dependiente de la policía provincial, me ilustró al respecto, mencionando la existencia de dos aberturas “tipo túneles” que se encontrarían situados a la altura de los calabozos que existían en la Jefatura de la Policía provincial –sobre calle Libertad- advirtiéndome que los jefes habían prohibido al personal policial merodear por la zona del misterio.
A poco de la publicación de la primera nota sobre los misteriosos túneles, recibí el llamado de una querida amiga, quien me manifestó que fue testigo desde niña, de la existencia de dos aberturas de similares tamaños y características que se encuentran en los fondos de la Iglesia La Inmaculada, a donde asistía en calidad de alumna en la escuela primaria, dato que no tenia registrado y que en realidad no me sorprende.
Así las cosas, continúan todavía los relatos orales sobre la existencia y la razón de ser de esos anónimos y oscuros corredores, íntimamente relacionados con nuestro primer coliseo, pasaron ya casi cuarenta años desde que emprendimos la búsqueda de la verdad, cuando sin nada, arremetimos en contra del basural existente debajo del palco principal de nuestro apreciado teatro y le corrimos la cortina a los rumores de entonces.
Casi cuarenta años de espera sin que se tengan respuestas ciertas a tanto rumor incierto, que de alguna manera, nos tiene como los precursores en busca de la verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario