Ramón Landajo
La derrota y la discordia suelen ir de la mano. El desastre futbolístico en Ciudad del Cabo no se conforma con generalizar la desazón. También está enrareciendo con intrigas la trastienda del poder. El feliz retrato que los Kirchner compusieron con Diego Maradona y Julio Grondona al inaugurar, como si fuera un plan de asistencia social, el programa Fútbol para Todos, iba a ser reproducido en 50.000 afiches por todo el país. Ahora, después del 4 a 0, ese triángulo familiar está atravesado por enconos y por traiciones. No sería grave si fuera sólo por un sobresalto emocional.
Pero el gobierno pensaba librar en el frente futbolístico una de las batallas decisivas por su continuidad en el poder. Los goles le darían a la política oficial ese encanto que ella, por sí sola, no consigue. Se convertirían también en el insumo de varios negocios: desde la televisión digital hasta el desembarco en Telecom, pasando por las apuestas deportivas en Internet. Ese master plan deberá ser repensado.
Que los Kirchner, que carecen de carisma, acudan al fútbol en busca de popularidad es comprensible. Días atrás, el diario The Wall Street Journal dictaminó que ellos se están recuperando, entre otras cosas, gracias al buen desempeño de la selección. En la Cancillería estudiaban que la Presidenta hiciera una escala en Sudáfrica durante su viaje a China. Y en la Casa Rosada buscaban una fórmula para evitar que, con ella en Pekín, fuera Julio Cobos quien entregara la Copa a Maradona. Los Kirchner se habían imaginado a sí mismos en esa ceremonia. Sería la foto del año.
Desde el sábado pasado, la Presidenta y su esposo sólo piensan en blindarse ante la onda expansiva del fracaso sudafricano, y la derrota del seleccionado es corrosiva para las relaciones entre los Kirchner y Grondona y, por lo tanto, para el negocio del oficialismo con el fútbol.
El gobierno, como suele suceder con todos sus contratos, ha comenzado a atrasarse en el pago del canon que cobra la AFA por las transmisiones. Son 600 millones de pesos por año, que salen del Presupuesto público -en general de la Anses- y resultan indispensables para los clubes. Los dirigentes están inquietos porque deben descontar los cheques diferidos que reciben de Grondona. Uno de ellos se confesó así: “Los Kirchner ya lograron lo que buscaban, que era dañar a Clarín y quedarse con la publicidad de los partidos para su propaganda política; ahora, como hacen casi siempre, usarán nuestra plata para otra cosa. Lo mejor sería que Aníbal y Meiszner liciten el negocio para evitar dolores de cabeza”.
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