Hebe Luz Ávila
Carlos Arturo Juárez.
Estuve pensando: Perón muere un 1º de julio, Irigoyen el 3 de julio y Juárez, el 2 del mismo mes. A poco de meditar me asalta otra coincidencia: Ibarra murió el 15 de
julio.
Entonces se me ocurre: talvez estudiando en ese campo de la astrología se encuentre que también las personas se pueden agrupar en signos rectores de acuerdo con la fecha de la muerte. Y hasta se puedan determinar algunos rasgos coincidentes en los individuos que integran cada nuevo signo…
Por lo pronto, estos tres difuntos de los primeros días de julio comparten algo: la sintonía con el pueblo, un mayor acercamiento y una manera de captar el apoyo popular, que en nuestra gente se caracteriza (por lo menos se caracterizó hasta hace poco… veremos cómo evoluciona en lo sucesivo) por dejar su destino en manos del conductor o caudillo.
Sin tiempo (ni intención) de investigar más profundamente, encuentro -“prima facie”- dentro del espacio de los días previos o posteriores que podrían integrar los 30 que abarque el signo a determinar, los siguientes fallecimientos de otros personajes históricos:
1 Jul- Leandro N. Alem ;
6 Jul - Martín de Alzaga;
10 Jul - Francisco (Pancho) Ramírez, el Supremo Entrerriano;
16 Jul - Cacique Baigorrita;
26 Jul - María Eva Duarte de Perón;
17 Jun- General Güemes;
18 Jun- Juan Bautista Alberdi;
20 Jun- General Manuel Belgrano;
22 Jun - Ricardo López Jordán
Y hasta también – y en correlato con el rasgo “acercamiento, identificación o aceptación popular” - aparecen personajes de otras esferas fuera de lo que podríamos llamar política:
17 Jul - Juan Manuel Fangio
19 Jul - Roberto Fontanarrosa
20 Jul - "Minguito Tinguitella".
Si el reconocerse dentro de los signos del zodiaco puede servir a alguien para guiarse por el horóscopo, el establecer una zona o faja celeste para los muertos resultaría inútil en este sentido. Pero los que aún pisamos la tierra tratamos de entender lo que ocurre a nuestro alrededor, y en ese intento trabajamos muchas veces como los astrólogos, inventando eclípticas de sentido entre las constelaciones de hechos y personajes.
Y aunque los astros no me darán una respuesta, me entusiasmo con estas presunciones de indicios que me surgen del pensar la muerte de Juárez. Un personaje que -de una u otra forma- nos marcó a los santiagueños de por lo menos dos generaciones. Un político con el que nunca concordé -es más: siempre me ubiqué declaradamente del lado opositor. Pero que hoy, muerto, merece mi respeto por su inteligencia y capacidad para lograr esa sintonía tan fuerte y duradera con nuestra gente. Lástima que no supo usar esa virtud para dignificarla y elevar en todos los sentidos su calidad de vida. Para guiar su transformación de masa en ciudadanía, y con ello dejarles – dejarnos- el instrumento que se precisa para no depender nunca más de un caudillo.
Talvez el justo medio resulte de aceptar las dotes de quien logra ese concierto o armonía con el pueblo y, a partir de esa alianza primera, participar interviniendo y fiscalizando para acercarnos al recitado objetivo de “un futuro de grandeza y bienestar”.
Y en este caso irrumpe - aunque resulte poco elegante – la sabiduría popular en la máxima: “No tiene la culpa el chancho, sino el que le da de comer”.
Dejemos de alimentar aspiraciones de cualquier caudillo que intente surgir para “guiarnos” -nunca más “Síganme” o “Toma mi mano”. Maduremos en ciudadanía con el único medio probadamente eficaz: la Educación. Y así los personajes del pasado y sus acciones, se ubicarán dentro una historia que, bien interrogada, nos sirva como lo que debe ser: maestra de la vida.
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