Miguel A. Brevetta Rodríguez
Hace unos meses algunos medios de prensa publicaron el sofisticado método que eligió un funcionario público para conocer la opinión del electorado de su país, respecto de sus gobernantes; él incluido.
Precisamente, fue el ministro de Vivienda sudafricano Mosima Gabriel Sexwale, quien tomó la insólita decisión de dormir de incógnito con los pobres en una casilla de chapa en un barrio marginal de Johannesburgo.
“Se trata de un empresario multimillonario, conocido como Tokyo Sexwale quien decidió hospedarse en la casilla número 124.691 del barrio Diepsloot, apenas provisto de una vela y una frazada. Según la prensa local, el funcionario del gabinete del presidente Jacob Zuma es dueño de viñedos y de una isla en el Océano Indico. Su fortuna la levantó gracias a sus habilidades en el mundo de los negocios.
Sexwale, de 56 años, es un ferviente activista anti-apartheid y ex prisionero político. Carismático, estuvo detenido en Robben Island junto a figuras de la política como Nelson Mandela. Asumió su puesto en el gobierno de Zuma en marzo pasado. (1)
También se supo que el presidente Jacob Zuma visitó desde el anonimato, (digamos a escondidas) un barrio pobre en el que hace pocos días su población manifestaba su rabia con disturbios y piquetes.
Se trata nada menos que del país anfitrión del próximo mundial de fútbol, que será el escenario obligado al que observará todo el planeta y de quien se conocerán hasta los más mínimos detalles de su existencia pasada, presente y futura.
¿Qué impresión, de tamaño contacto con la realidad, habrán asimilado tanto el ministro como el Presidente, ambos embarcados en esa especie de “conocimiento aventura”?
Podemos asegurar que esa travesura no es nueva. Basta recordar, por ejemplo, el film “Que Dios te lo pague” (1948), cuando el actor Arturo de Córdoba se disfrazó de mendigo y con las limosnas que recogió en esa actividad se convirtió en millonario y, así, desdoblando su personalidad, pudo transformarse en un hombre poderoso que vivió con lujos en su palacio, mientras que por las noches, mutando a pordiosero llega a conocer a los hombres y a medir sus verdaderas intenciones, como sus afanes.
Infinidad de películas biográficas nos mostraron a ciertos reyes travestidos de mendigos y mezclados entre la plebe, para así poder conocer el pensamiento de los súbditos para con la realeza. Claro, sólo una inveterada desconfianza entre familiares, funcionarios y allegados -propio de lo acontecido en la antigüedad- podía inducir a un monarca a descender a las entrañas de la fuente popular, para conocer el valor de su imagen o la estabilidad de su gobierno.
Hasta el mismo Maquivelo observó que la treta del disfraz resultaba idónea a la hora de la toma de conocimiento directo del propio monarca y su plebe.
Ahora, bien, no dejo de preguntarme: ¿qué comentarios escucharía la señora Presidente o su marido si, por ejemplo, concurrieran camuflados a la tribuna del club Chacharita un domingo de clásico?
Lo mismo para el ministro De Vido o el gobernador Schiaretti. ¿Si tropezaran con una marcha de Castells o en un piquete de su propia tropa. ¿Qué escucharían sobre sus gestiones?
Resulta peligroso para la democracia el ejercicio temerario por parte de las actuales autoridades, de concentrarse en una especie de política autista. En estos momentos en que desde algunos medios de comunicación se viene fomentando el accionar de algunos que prefieren “la justicia por mano propia” que el debido proceso legal hace, sin lugar a dudas, peligrar la paz social.
En Santiago del Estero son varios los funcionarios que debieran emular tanto al ministro como al Presidente sudafricano al solo efecto de que conozcan por boca de la comunidad lo que el pueblo opina de determinadas gestiones.
Ejemplo válido también para algunos magistrados, concejales, diputados, intendentes y responsables del área cultural.
En fin, tarde o temprano, lo oculto sale a la luz, por lo que resulta vano esconder la tierra bajo el lienzo de disimular.
(1) Diario Clarín, 7/8/2009
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