lunes, 27 de septiembre de 2010

El país de las sombras

Sergio Sinay 
La sombra, explicaba Carl Jung, es aquella parte de nosotros que no se ve y que no vemos. En ella ocultamos lo que negamos o no reconocemos de nosotros mismos. Todo lo que podría afectar a nuestro Ego (éste es nuestra identidad “oficial”, lo que decimos ser, la máscara o traje conque salimos al mundo y nos presentamos en él). Somos también nuestra sombra y no constituiremos un Yo hasta no admitirla e integrarla con el Ego. Negar la sombra no impide su existencia ni lo que ella incluye. Al no reconocerla como propia, advertimos en los otros lo que ella contiene. El defecto que niego en mí es el que me exaspera en ti. ¿Por qué? Porque lo conozco íntimamente aunque lo niego, y he pretendido, en vano, expulsarlo.
En estos días cuando se escucha hablar a gobernantes, funcionarios, opositores, figuras de la farándula, deportistas y demás, acusándose de lo que se acusan (hoy la gente no dialoga, se acusa y se insulta) es fácil advertir la sombra de cada quien. Los violentos acusan a otros de violentos, los autoritarios se quejan del autoritarismo de los demás, los mentirosos (esos que escriben la historia a su antojo) dicen que mienten los otros, los infieles hablan de infidelidades ajenas, los corruptos se dicen honestos y denuncian corrupciones foráneas y, acaso lo más triste, quienes sufrieron desapariciones entre sus seres queridos amenazan con hacer desaparecer a sus adversarios (y en este tema las metáforas no valen, señora Bonafini).
Hay demasiada oscuridad cuando tantas sombras se juntan.

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