sábado, 22 de mayo de 2010

Informe: Sin cielo y sin agua, pero con soja

Graciela Gómez*
Uno de los efectos de la fumigación con agrotóxicos
El presidente del Colegio de Agrónomos de Santiago, Juan Tula Peralta, denunció que en Santiago se produce más de un centenar de nacimientos con malformaciones al año por el uso de agroquímicos” también afirmó que en la provincia y en otras provincias vecinas, es común la utilización de niños “banderilleros” .Los defensores de los venenos subestimaron tales expresiones diciendo que fueron sacadas de contexto. Hay unos 350 ingenieros agrónomos en Santiago, de los cuales sólo 140 están matriculados en el Consejo Profesional, según dirigentes del Colegio.
Los amigos del veneno seguramente no juntan agua en los bidones vacíos de agroquímicos ni almacenan agua de lluvia para cocinar y beber de los techos, ni son pobres. Chapas impregnadas de plaguicidas rociados por las avionetas, que no respetan distancias ni viento, son un escudo protector que no alcanza.
Miembros de la Sociedad Rural consideraron que las denuncias son inconsistentes por razones estrictamente económicas vinculadas a los altos costos de los plaguicidas, “no les conviene desperdiciar producto” y culparon del hecho a que hay productores que no controlan el trabajo de los aplicadores.
A raíz de las denuncias recibidas en la Comisión Nacional de Investigaciones por Agroquímicos se realizó un informe de conocimiento y observación en Bandera, del 27 al 29 de mayo del 2009, a cargo de la antropóloga Maria Leticia Líate.
En relación a los envases, material de desecho y silo-bolsas para ser re usados, al preguntar si se sigue la norma de previo lavado, se informó “que en el lugar no hay agua para efectuar dicho procedimiento”.
Se realizaron entrevistas con familias, al director del Hospital, al intendente de Bandera y al equipo de salud de la sala de primeros auxilios “Santa Rita” Estuvieron presentes los familiares de siete niños y de un adulto de una localidad vecina por un caso de intoxicación aguda a raíz de un accidente con una fumigadora. 
- Uno de los casos es el del niño Cristian Collado de 11 años al que recientemente se le realizó un transplante de médula en el hospital Garraham.
- El caso de Selena Lemos Gauna de seis meses, con diagnóstico presunto de epilepsia, anemia hipocrónica y microcítica y pelvis renal derecha bífida sin dilatación .
- Historia clínica del hospital Garraham de Facundo Kevin Moreno de 5 años con diagnóstico de la enfermedad de Duchenne en tratamiento por distrofia muscular. Este niño tiene antecedentes familiares con la misma enfermedad por línea materna: dos hermanos de su mamá, uno fallecido y otro, Johnatan Roldán, actualmente de 14 años que está presente en la entrevista, movido por una silla de ruedas.
- Los otros niños son hijos de Daniel González que trabajó desde los 18 años en tareas rurales y como fumigador. Dos de sus hijos, Leonel de 9, y Gastón de 11 años, nacieron sin el orificio anal, y tuvieron que ser sometidos a cirugías correctivas. La hermanita de ambos, Yasmín de 7 años, nació con dos dedos de su mano izquierda unidos por la piel. La casa está a cien metros de los sembrados.
Al lado está la casa de Rosa Villafañe, cuyo marido, de 57 años, internado en un centro de salud capitalino, afectado por un cáncer de pulmón. Él también trabajó como fumigador. La nieta de Rosa de corta edad, nació con una malformación de pelvis de riñón. “En el Hospital Garrahan le dijeron a mi hija que ella nació así por los agroquímicos y ahora está con tratamiento”.
El hijo de Francisco Basualdo de 6 años tiene problemas alérgicos y es tratado en el hospital de Añatuya. El pediatra que lo atiende preguntó si eran oriundos de Bandera ya que la mayoría de ésos casos provienen de allí.
Elio Fernández, de Guardia Escolta tiene a su hijo de 23 años, con intoxicación aguda por contacto con metamidofos (insecticida y acaricida organofosforado), fue tratado en diferentes hospitales. Si bien está de alta, sigue sufriendo mareos, dolores de cabeza y náuseas. Fernández también comenta la pérdida de un ojo de un vecino por contacto con plaguicidas. En este caso, la situación se produjo en el campo cuando el colono levantó la vista para ver el avión que fumigaba y una gota del plaguicida le cayó sobre el ojo. 
En pleno ejido urbano hay dos silos. Uno es de la Junta Nacional de Granos. El otro estaba en una parte rural pero actualmente está rodeado de casas. Los propietarios están en litigio con el municipio, y no aceptan una reubicación. 
Bandera  tiene además un taller de reparación de máquinas terrestres destinadas a la fumigación dentro del tejido urbano, tres pistas de aterrizaje y hangares. Un hangar tiene  un depósito al aire libre de los bidones utilizados en el proceso de fumigación.
Una pista de “karting” ubicada detrás del Parque Industrial está balizada con bidones de agroquímicos en desuso.
No existe aún un registro obligatorio de aplicadores ni del equipamiento terrestre y aéreo. Las razones: el Municipio aún no ha firmado un convenio con la dirección de Agricultura y Ganadería .Sobre esto el intendente de Bandera, Oscar Gorosito, manifestó que la firma “está en la agenda” pero no aclaró de qué año y de cual gestión.
Entre otras recomendaciones la Comisión concluyó que se deben arbitrar los medios para el cumplimiento de la ley que regula la aplicación de agroquímicos y una ordenanza municipal en el mismo sentido. También exhortó a hacer un relevamiento epidemiológico para evaluar las condiciones sanitarias de la población de Bandera y de sus vecinos rurales y realizar estudios ambientales de impacto, con particular interés en las fuentes de agua, degradación y contaminación del suelo. 
Bandera ondea a media asta, sin cielo y sin agua, pero con soja.
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