domingo, 21 de febrero de 2010

Qué les falta para ser Juárez


Una de las ventajas que el viejo caudillo les llevaba a los aprendices de Carlos Juárez que ahora pueblan el poder en Santiago del Estero tal vez es más simple de lo que se cree.
No pocos suponen que Juárez tenía una inteligencia superior, una sagacidad sin límites, un razonamiento a alturas que pocos mortales se animan a subir. Si esto es cierto, tampoco es tanto como para justificar cincuenta años dando vueltas por las inmediaciones del poder, cuando no ejerciéndolo de manera efectiva y contundente.
En un solo detalle Juárez les sacaba varios cuerpos de ventaja a la oposición a sus gobiernos y a sus mismos compañeros: se levantaba temprano. Cuando salía a caminar -en esas famosas caminatas que los santiagueños recuerdan tan bien- ya tenía leídos los dos diarios, había hablado por teléfono con dos o tres ministros para reclamarles por algún artículo o darles algún encargo y había retado a dos o tres dirigentes.
Después volvía a su casa, se pegaba un buen baño y a las 7 de la mañana estaba en su despacho. A la una de la tarde apagaba la luz y nadie se quedaba un minuto más en la Casa de Gobierno.
En este gobierno muchos ministros llegan a su oficina a las 10 de la mañana con algunos trozos de sábana adheridos al cuerpo, piden a la secretaria que les envíe un café negro para terminar de despertarse y encienden la computadora a ver qué se dice de ellos en los tres o cuatro sitios que publican algo en Santiago. Después pierden media hora hablando a los amigos para contarles que no les importa lo que dice éste o aquel en su sitio de internet. Y a eso de las 11, con suerte, arrancan con la tarea de todos los días, la firma del despacho y otras labores desagradables.
Por eso, si alguno tiene esperanzas de convertirse en un nuevo Juárez, que las abandone de cuajo: cada día cuando se despierta con la resaca encima luego de una noche de excelente comida en alguno de los bares de la Roca, que piense que en su tiempo ya Juárez había ido y vuelto caminando por Santiago cuatrocientas veces.
Pero si esto no les importara a los funcionarios ya sea porque no quieren imitar a Juárez o no pretenden durar tanto en el poder, que piensen que son los santiagueños -desde el sufrido labrador de postes hasta el empresario de camioneta cuatro por cuatro- quienes les pagan los suculentos sueldos que cobran y que pongan el despertador una hora antes.
Sólo eso, piden algunos santiagueños.
Si no lo hacen por ellos, que lo hagan por Gerardo Zamora quien les dio la confianza para ocupar ergonómicos sillones de cuero, en oficinas alfombradas con aire acondicionado y secretaria haciendo juego.
Que recuerden que siempre estuvieron a tiro de decreto si pertenecen al Ejecutivo o cerca de una apretada si son magistrados o perderán algunos negocios si  es que ocupan una banca en la legislatura.
Que lo hagan por ellos mismos, si no lo hacen por sus votantes.
Foto: Casa de gobierno de Santiago.

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