jueves, 8 de abril de 2010

El blanco no es el Papa



Eduardo José Maidana                                                            

Porque “vos has sostenido siempre que es un ataque contra la Iglesia”, me dice un amigo y me envió dos recortes sobre los ataques al Papa. Nada nuevo. Es tan viejo el ardid como periódico. Que ahora se renueve el sistema debe interrogarnos sobre las causas profundas que oculta. El itinerario es interesante y arrancó con Pío XII.
Pese a los actos, gestos, declaraciones y notas de gratitud de Golda Meir, primer ministro de Israel y del Rabino de Roma para abajo, de pronto empieza a acusarse al difundo Pontífice por no haber hecho lo que sus detractores entendían estaba obligado a hacer por los judíos y contra el nazismo. Cuando las réplicas y desmentidas  acumulan espesor se detiene la acometida y la cosa se olvida. Entonces, se vuelve a la carga.
Con Juan Pablo II no cuajaría acusarlo en este campo pues enfrentó al nazismo y al comunismo. Sus amigos judíos que lo fueron siempre hasta el final, le habrían saltado encima al que se atreviera; y los comunistas polacos darían fe de lo que hizo y es de conocimiento universal. Apareció otra costado para atravesar al Papa Wojtyla: las cartas con una amiga del grupo en su juventud de atleta, autor  y actor de teatro al que siguió unido toda su vida.
Ahora la presa aparente es Josef Ratzinger o sea Benedicto XVI. Conservador, oscuro, reaccionario, sin carisma, son los descalificativos menores. Casi nada de lo que haga o diga tiene buena prensa y, en el reino del consumismo mediático, perderá siempre su aspecto tímido, sin rostro televisivo. Ahora la pedofilia que Juan Pablo II despachó de una sola vez ante los obispos de Boston -y cosechó unánime aprobación-, al pobre Benedicto XVI que no se anduvo con medias palabras y ha sido terrible en su condena,  le caen encima del New York Time y la CNN para abajo con toda la orquesta de fieles repetidores. 
¿El problema de la pedofilia es grave y vende?, sino lo fuera las series policiales no harían del tema dos capítulos de cada cinco. En Alemania se registraron 210.000 casos desde 1995, de los cuales sólo 94 involucran a religiosos: un 4,7 de cada 10 mil. Que es condenable aunque fuese uno solo, de acuerdo; que los curas y religiosos están gravados por el deber de ejemplaridad, sin duda. Pero, para los medios y quienes están detrás de ellos  o en ellos tienen acogida, la culpable por excelencia a los fines de la execración es únicamente la Iglesia ¿Cuál?, cualquiera, preferentemente la católica.
Que es el objetivo central. ¿Por qué?  Un filósofo liberal italiano declaraba hace un par de días por La Nación, que ocurrió lo mismo a fines del siglo XIX y comienzos del XX y recordaba que esos, y otros signos precedieron el estallido triunfal del totalitarismo. El éxito y muerte de los cuales encerró más de medio siglo de ensañamiento criminal contra el hombre, devenido en una cifra, un cliente, soldado, militante, usuario, un voto o movilizado. El Individuo y la Humanidad serían todo y nada de tan abstractas. Creo que Stalin lo dijo: matar a uno es un crimen, un millón es una estadística.
Pero, en Europa y el cristianismo se integró un concepto complejo y profundo: Persona Humana, desde fines del XIX y se desarrolló entremedio la guerra para imponerse en el medio siglo final. Y se coincidió que el hombre es muchísimo más que un voto, una cifra, un consumidor, un individuo, un fusil. Para la cultura occidental y sobre todo en la judeo-cristiana, es un Espíritu-Encarnado: un misterio, único, inédito, inviolable, sagrado en su vida y libertad, trascendente en su vocación de eternidad.
 La solidaridad, la justicia, la equidad, el respeto, la seguridad, propiedad y privacidad,
inviolable conciencia y libertad, informarse y comunicarse, igualdad,  todo lo dicho aquí y omitido es propio e inalienable de cada hombre, Persona Humana. Derechos que se corresponden con sus deberes. Que a cada uno nos es debido y del que también somos deudores. Este verdadero monumento al Ser: carne y alma, soma y psiquis, se halla en proceso de un violento cuestionamiento.
 Empieza por el ataque a la vida: la del niño por nacer y la del anciano por mucho vivir,
la del pobre por no tener, la del hambriento por molestar, del espiado y castigado por querer ser libre de pensar y optar, la del enfermo por la insolencia de querer salud, del ignorante por querer saber, y la suma sigue. Curiosamente los derechos y deberes de la Persona humana son atacados por la Sociedad Ilimitada. No es la iglesia por sí, si no por lo que defienden, así como aquel que defienda lo mismo creyente o no. ¿Qué?
 El poder corrupto y despótico, el desorden arbitrario y caótico, el sexo comercial y bestial sin tapujos, el comercio libre de condicionantes éticos, la información amañada y el periodismo manipulado, la mentira como sistema y la tergiversación como política de Estado, el juego a toda hora y por todos los medios, la prostitución televisada y exhibida en los quioscos y celulares, la droga ofrecida y vendida con misteriosas facilidades, el alcohol canilla libre, todo y más, son presionados desde una “sociedad ilimitada” que se creyó y practica religiosamente aquella tontería del mayo francés de 1968: prohibido prohibir.
 Quien o quienes se opongan, deben atenerse a las consecuencias. En las vísperas de Stalin-Lenin, Mussolini y Hitler, las iglesias en Europa y de particular modo la Católica, soportaron el intenso bombardeo que, en mucho se le parece al actual. Es lo que creo, y no estoy solo en esta creencia. Que cada uno saque sus propias conclusiones, es decir que acierte o falle por su cuenta. El Papa es el pretexto, pero no es el blanco.
 La vieja expresión: no tengo nada con la iglesia pero sí con los curas, típica del liberal- laicismo, ha regresado con otro ropaje. Ahora se dispara a la cabeza: el problema es el Papa. Y no son pocos que en el interior de la Iglesia tragan el bocado de sus objeciones con  el anzuelo.     

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