Marcelo Castro Corbat
Edificio del Congreso Argentino.
La dimensión del gasto público es una decisión política.
Algunos opinólogos y economistas sostienen que el gasto público no puede disminuirse porque la estructura del Estado es rígida, que el Estado debe atender los crecientes requerimientos sociales que no cubre el sector privado, y que hay temas relacionados con la soberanía política que son indelegables. Con esos conceptos, distorsionados de la realidad nacional, se justifica el barril sin fondo que es el gasto público, el endeudamiento vicioso del país, el crecimiento de la exacción impositiva, el gigantismo enfermo de la administración pública y la difusión del proceso de corrupción.
Legisladores, ignorantes irrecuperables, sostienen con tono de académicos que “no se puede desfinanciar al Estado”, y se repantigan en sus sillones, orgullosos de su frase, sin medir la pobreza social que generan.
Si se suprimen los paralizantes subsidios, las pérdidas que generan las ineficientes empresas del Estado, la dilapidación, las obras públicas decididas por razones electorales, y se penaliza la corrupción en las contrataciones y manejo del dinero público, es posible disminuir el gasto en el 30%.
Un nuevo gobierno, imbuido de la trascendencia de disminuir el gasto, podrá hacerlo, creando resguardos en defensa de la estabilidad de los salarios. El inevitable ajuste económico debe soportarlo el Estado, no la ciudadanía.
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