martes, 6 de abril de 2010

Triste recordatorio para quien quiera ser oposición

Eladio Basualdo
Raúl Domínguez, el empleado cuyo cuerpo apareció descuartizado.
Raúl Domínguez, el empleado de Rentas de la provincia cuyo cadáver fue hallado descuartizado es uno de los recordatorios con el que todos los días se levantan los santiagueños que pretenden dedicarse a la política sin estar de acuerdo con el gobierno.
La muerte de este humilde trabajador nunca fue aclarada. Hasta el momento no se sabe quién lo mató, qué móviles tendría, por qué lo hizo ni cómo, ya que su cuerpo apareció varios días después de su fallecimiento, descuartizado y despedazado.
Sea quien fuere quien lo mató, lo cierto es que esta muerte actúa como un freno de miedo atroz contra quienes osan criticar al gobierno en voz alta.
-No digas eso, puedes terminar como Domínguez- es la frase que se oye con frecuencia en reuniones en que a alguien se le ocurre criticar a algún funcionario en particular o a todo el gobierno en general.
Esta es una de las causas por la que pocos se animan a revelar la corrupción que observan a su alrededor. Ni siquiera las promesas de que lo dicho quedará en absoluto secreto, convence a los posibles denunciantes para que muestren lo que saben.
Como en otros casos en la provincia, las versiones están a la orden del día. Que lo levantaron en un automóvil para asustarlo y el hombre se les fue de las manos es la que circula con más insistencia, pero hay otras no menos escabrosas que incluyen altas esferas del poder político de Santiago.
Su muerte pareció a simple vista un crimen mafioso por encargo. El 13 de mayo del 2008 desapareció como si se lo hubiera tragado la tierra y unos días después apareció con la cabeza separada del cuerpo y las manos cortadas, obra de perros sin dueño o de sus propios asesinos.
Lo cierto es que desde ese día, en Santiago se instaló la sospecha de que es peligroso dedicarse a hacer política si no es para un puntero del gobierno, ya sea ministro o humilde militante. De otra manera se corre el riesgo de que unos desconocidos lo obliguen a subir a un auto para darle un susto que puede llegar -sin ningún problema- hasta la muerte.
Mientras las autoridades no respondan los reclamos de justicia que se vienen haciendo desde mayo del 2008, hace casi dos años, el recelo seguirá recayendo en quienes quizás nada tienen que ver con este crimen. Que al mantenerse impune permite que se dude legítimamente si se trató de un asesinato común y corriente. 
Hay quienes con mucha maledicencia andan diciendo que en realidad fue una advertencia a la sociedad, para que se cuide. Hasta el momento los hechos les dan la razón.

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