viernes, 26 de marzo de 2010

Antes del fallo de la corte internacional de La Haya

Eduardo Amadeo*


La corte de La Haya.
La Argentina y Uruguay frente a una oportunidad.
Hace tres años que la relación entre la Argentina y Uruguay se encuentra dañada. La instalación de una planta procesadora de celulosa en Fray Bentos fue el disparador de un conflicto en el que fracasaron los intentos bilaterales de resolución. La Argentina decidió en consecuencia llevar el diferendo a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, posibilidad contemplada en el Artículo 60 del Estatuto del Río Uruguay de 1975. Con esta decisión, el Ejecutivo requería de una instancia distinta a las dos partes, legítima en su razón de ser y práctica para dirimir una controversia que no pudo resolver a través de un diálogo directo. La decisión significó asimismo el compromiso de atenerse a lo allí dispuesto, cualquiera fuera su contenido.
Todo indica que en breve se conocerá el fallo definitivo de la Corte. De observarse y compararse los fallos de La Haya en los últimos lustros es de esperar una decisión equilibrada y justa. Con posterioridad, la Argentina y Uruguay deberían evitar a toda costa interpretar el fallo en términos de "ganadores y perdedores", como seguramente pretenderán que lo hagan estrechos intereses sectoriales o particulares. Un fallo de la Corte de La Haya no puede equipararse con un partido de fútbol. Es, en esencia, el modo de saldar jurídicamente una diferencia mediante argumentos razonados y sentencias con arreglo a derecho.
El fallo de La Haya será sin duda un punto de inflexión. Por un lado, ambos países tendrán nuevamente una oportunidad para restituir el diálogo y coordinar los pasos necesarios para su acatamiento. Por otro lado, sabemos, ello no será la solución del conflicto. Ningún fallo de tan alta jerarquía internacional resuelve, per se, un conflicto. Un fallo no es, en sí mismo, el final de un problema; es el cierre de un proceso de argumentos y razones jurídicas encontradas entre dos partes. Pero también es el empujón necesario para que, ateniéndose a su resultado, esas dos partes resuelvan políticamente sus diferencias. Por ello, hay que darle una muy positiva bienvenida al fallo en ciernes. Brinda una alternativa plenamente legítima para clausurar una disputa jurídica y abre las compuertas a una franca resolución política de una controversia.
La Argentina y Uruguay deberán hacer un esfuerzo diplomático sustantivo para comenzar seria y decisivamente a resolver el conflicto existente. Los argentinos y uruguayos hemos perdido ya mucho tiempo valioso. Un capítulo tormentoso--algunos dirán tortuoso por lo que se hizo a cada lado del Río de la Plata--está próximo a terminarse. Otro más creativo y exigente está ad portas de iniciarse. En esa dirección, mientras esperamos el fallo, la Argentina y Uruguay deberían comenzar a diseñar mecanismos de monitoreo conjunto que sienten las bases de una cooperación fructífera basada en la confianza, la transparencia y la creencia de que en materia ambiental las ganancias y las pérdidas siempre serán compartidas. Asimismo, ambos países deberían dar inicio a conversaciones enderezadas a la actualización del Estatuto del Río Uruguay, cuya obsolescencia quedó patentemente demostrada en el presente conflicto. Es necesario además dar pasos hacia una política ambiental consensuada en el ámbito del MERCOSUR.
Conocida la decisión de la Corte, les quedará al gobierno y a la sociedad una doble tarea. El Ejecutivo, encargado de las relaciones exteriores del país, deberá ceñirse al fallo e impulsar a la ciudadanía a un acatamiento del mismo. La sociedad, por su parte, deberá acompañar al gobierno a encontrar una salida política definitiva al problema bilateral y facilitar que esa solución sea ponderada, viable y permanente.
Sabemos que la solución no será fácil ni inmediata y que un abordaje serio, responsable y coherente demandará medidas de corto, mediano y largo plazo. Pero la novedad del fallo, más allá de su contenido concreto, es que ahora los argentinos y los uruguayos no tendremos otra opción que el diálogo y la negociación bilateral para establecer una hoja de ruta con los pasos a seguir. La Argentina y Uruguay estarán pronto frente a una oportunidad. Llegó la hora de conjugar definitivamente las capacidades técnicas de ambos estados, la buena voluntad de los gobiernos y los lazos de hermandad que unen a nuestros pueblos. 

Este texto es resultado de una reunión organizada por el Club Político Argentino el 8 de marzo pasado.También firman la declaración Patricia Bullrich, Juan Manuel Casella, Mario Feliz, Alieto Guadagni, Fernando Iglesias, Héctor Mendez, Federico Pinedo, Carlos Reboratti, Marcelo Stubrin, Ariel Umpiérrez, Marta Velarde, Henoch Aguiar, Antonio Camou, Marcelo Cavarozzi, Graciela Fernández Meijide, Roberto Guareschi, Federico Merke, Daniel Muchnik, Carlos Mundt, Marcos Novaro, Guillermo O’Donnell, María Matilde Ollier, Vicente Palermo, Luis Alberto Romero, Guillermo Rozenwurcel, Juan Gabriel Tokatlian 

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