José María Arancedo.
En una entrevista con el diario El Litoral, el arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz , José María Arancedo, habló sobre la reciente difusión de la declaración “La Patria es un don, la Nación una tarea”, que la Comisión Ejecutiva del Episcopado, que integra como vicepresidente segundo, entregó a los representantes de los tres poderes del Estado, incluida la presidenta de la Nación , Cristina Fernández de Kirchner.
“La entrega personal a las tres autoridades, nos pareció un gesto importante de la Iglesia y de parte de ellos que entendieron nuestro deseo de mantener un diálogo, fue muy bueno en cuanto a la actitud”, destacó el prelado de Santa Fe, ciudad que tiene la dicha de tener un obispo católico.
Dijo que las tres reuniones fueron provechosas, pero señaló: “cuando uno conversa de estas cosas estamos todos de acuerdo sobre las grandes ideas: Constitución, diálogo, objetivos como país, etc. pero cuando eso baja al plano del gobierno, cuando se tiene que instrumentar el ejercicio del poder, ahí comenzamos a pensar en ganar pequeñas batallas, y a perder la guerra”.
Reflexionó sobre el poder, la crisis argentina -a la que define como una crisis política-, y las soluciones a las que también considera necesariamente políticas.
“La celebración del Bicentenario merece un clima espiritual distinto. El país llega a 2010 no en las mejores condiciones, debemos superar un estado de confrontación permanente”, dijo Arancedo y recordó que al afectarse la calidad institucional son “quienes más sufren”, los más perjudicados.
“A nivel político, se está como ganando pequeñas batallas pero perdiendo la dimensión de una guerra que el país debe ganar: en elevar la dignidad, el bienestar, en tener políticas de Estado para problemas serios”, valoró.
“Todas las energías están puestas en pequeñas batallas. Se tiene la sensación que hay como una inteligencia política que tiene sólo cierta viveza criolla, pero se va perdiendo la sabiduría política que es capaz de no ir a una pequeña batalla y -en cambio- dialogar porque se sabe que es el comienzo de lo nuevo, y no quedarse en el enfrentamiento, que es vivir como anclados en el pasado”.
Expresó que sostener “la calidad institucional” es “el camino más seguro para la inclusión de todos en el país”, pues de lo contrario “se cae en una suerte de populismo, con una pobreza que avanza. Creemos con ese populismo dar respuestas pero en el fondo dañamos la calidad institucional”.
“Nosotros decimos que la política es una cosa superior, muy noble. Algún Papa decía que es el acto de mayor calidad social, a la política hay que defenderla, si se pierde la política se pierde la dimensión racional entre las ideas y la realidad. Si frente a la idea de justicia o de injusticia se pierde su dimensión política se cae en respuestas como subversión o represión”, ponderó Arancedo.
La falta de política “es la ausencia de mediación cultural entre las ideas y la realidad”.
El político, explicó, “es necesario, no sólo como un colchón sino como el hacedor de un ámbito para, a través del diálogo y el consenso, de las tensiones naturales de esta actividad pero con objetivos de fondo, alcanzar soluciones”.
Para el arzobispo “el político tiene que tener ambición de poder. Y la ambición de crearlo, de construirlo. Pero debe tener presente el límite, que es una forma de austeridad, que lo determina la Constitución. Cuando se pierde ese límite y el poder avanza y no tiene el límite de lo institucional o cambiamos los límites... Un poder sin la autoridad de las instituciones manipula y termina cambiándolas”, destacó.
Fuente, Aica.
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