Millones verán los caminos descuidados de Santiago.
Qué alegría, el Dakar 2011 pasará por Santiago, es decir que millones de personas verán -en vivo y en directo- no solamente los autos mejor preparados del mundo, sus equipos de mecánicos, su parafernalia de instrumentos modernos, helicópteros y camionetas de apoyo y prostitutas de lujo, sino también los polvorientos, poceados y mal cuidados caminos de la provincia y la pobreza extrema de la gente que saldrá para ver cómo pasan esos bólidos por frente de sus ranchos.Al parecer algunos creen todavía que los organizadores del Dakar eligieron la Argentina y Chile para hacer la carrera, porque se trata de dos países adelantados y modernos.
La tradición sostiene que era una carrera que comenzaba en París, centro civilizado del mundo europeo y pasaba por las naciones más pobres del mundo. Miles de documentalistas se cansaron de mostrar durante años a humildísimos africanos que salían de sus chozas para observar de cerca -si se detenían aunque fuera un instante- a los rubios europeos bajarse de los autos más modernos de la época a parchar una goma.
La Argentina y Chile no son dos países ricos que prestaron sus magníficas carreteras para una competencia automovilística sino dos naciones que pugnan por salir de la pobreza, con caminos por los que un europeo o norteamericano común no se animaría a transitar ni loco ni atado. Pero ofrecen la seguridad que no dan las naciones africanas por los que debía hacerse la carrera. Ni de este ni del otro lado de los Andes hay grupos armados que podrían entorpecer los planes de los organizadores europeos de esta maratón de autos. Es la única diferencia.
Los santiagueños ofreceremos, igual que el Sahara, una visión de otro tiempo, majadas de cabras corriendo por entre las huellas, familias con hambre paradas en las curvas, humildes ranchos perdidos en medio de un salitral inhóspito y seco, pencales y, en general, un paisaje que merecía mejor suerte que los gobierno que tiene y ha tenido.
Tal vez el gobierno de la provincia se encargue -unos días antes de la carrera- de repartir ropa, comida y agua entre los vecinos de los lugares por los que pasará el rally. Hasta es posible que los aleccione para que digan que viven en el mejor de los mundos.
De todas maneras, con retoques cosméticos o no, el mundo verá en esos días que debajo del polvaderal que dejarán las máquinas hay un destino de permanente humillación y dejadez y una realidad de penuria extrema que, a esta altura de las cámaras de televisión nadie esconderá con éxito debajo de la alfombra.
Una vez que los autos terminen de pasar, polvo y el espanto. Como todos los días de la vida.
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