Carlos Salvador La Rosa*
Raúl Ricardo Alfonsín.
En el primer aniversario del fallecimiento de Raúl Alfonsín, ex-presidente de los argentinos, vaya este recuerdo de lo mejor de su gobierno. Recuerdo urgido de necesidades presentes.
Cuando le tocó gobernar a Raúl Alfonsín, en la Argentina no pululaban fantasmas del pasado sino que el pasado fantasmal estaba vivo. Tampoco teníamos necesidad de inventar conflictos artificiales, ya que veníamos de enfrentamientos reales que nada indicaba como superados.
Incluso el carácter y las ideas del primer Presidente democrático no parecían muy apaciguadoras que digamos. Para llegar al gobierno nacional fue con el peronismo tanto o más duro de lo que el peronismo fue con él.
Parecía encarnar la vertiente más "gorilona" del radicalismo, esa que apenas toleró al Ricardo Balbín en su acercamiento al último Perón; esa que proponía volver a la "República perdida" cuando cayó Yrigoyen, con el propósito de borrar todo lo que ocurrió después, en particular el peronismo.
Además, el clima por abajo no aparecía mejor. Las multitudinarias juventudes radicales cantaban a viva y desafiante voz: "Perón, Evita, devuélvannos la guita". Y la respuesta de sus pares peronistas, tampoco nada escasos en número, retrucaba el odio manifiesto de ese cántico con otro de similar estilo: "Somos la rabia".
No obstante, al poco tiempo nomás se pudo ver que ese hombre enojón y peleador, estaba más dispuesto a sujetarse a la Constitución que levantó como programa de gobierno, que a las sanguíneas pasiones que lo hicieron llegar a la presidencia.
Y así, permitiendo que la democracia fluyera con su propia lógica, Raúl Alfonsín generó en el país de los argentinos una profundísima revolución cultural, que es la que hoy rescatamos de su memoria. Es porque no queremos perderla nunca más, que hoy nos acordamos de lo mejor de Don Raúl y somos mucho más comprensivos con todo lo que se propuso y no logró hacer, con lo que le faltó y con lo que se equivocó.
Es que cuando el presente se hace urgente, siempre recurre a la historia para que ésta nos enseñe lo mejor de sí misma y para que impida que se repita lo que no debe repetirse jamás.
La revolución cultural que Alfonsín impulsó, contó con varios hitos fundamentales que hoy queremos rememorar.
La democracia de los derechos humanos. El primero y fundamental fue el juicio a los militares y la investigación que produjo el "Nunca más". Una valiente decisión, indispensable para comenzar a cambiar el país de los pactos corporativos por el de la legalidad. Por eso la política de derechos humanos de Alfonsín fue la imposición de la justicia en contra de la impunidad, pero también en contra de la venganza.
No fue, por ende, el gobierno quien juzgó los crímenes ni por sí ni por interpósita persona, sino que le abrió las puertas enteras a la justicia y a la sociedad para que por arriba funcionaran las instancias del juicio justo y por abajo la universalización de los derechos humanos. Con la aspiración de que un reclamo que al principio fuera de unos pocos, se transformara en un grito de todos.
Nunca se creyó Alfonsín -y jamás lo vendió así- ni el adalid, ni el inventor ni el conductor del juicio a los genocidas, sino que sólo hizo de su gobierno el garante para que la libertad y la justicia, en su pleno devenir, produjeran sus resultados por sí solos.
Fue así que hizo justicia con los derechos humanos, no política ni venganza. Pero lo hizo en un momento en que hacer justicia era más difícil y peligroso que hacer política o vengarse. No fue tibio, sino digno. No fue temerario, sino prudente. No fue cobarde, sino muy valiente pero nunca buscó con su decisión fomentar nuevos odios ni librar las luchas del presente con los viejos odios, sino cerrar las heridas del pasado con justicia y verdad.
La democracia de la paz. El segundo hito fue la paz con Chile, esencial no sólo para mejorar las relaciones con el país hermano sino también para eliminar definitivamente del país y el espíritu de los argentinos todo ánimo belicista.
La democracia renovada. El tercer hito fundamental de su Presidencia fue el de producir algo más importante que la renovación de su propio partido político. Porque Alfonsín promovió -no por iniciativa directa sino por crear el clima propenso para ello- la más importante renovación política del peronismo en toda su historia.
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