Inundación en Colonia Dora.
Las autoridades nacionales ya se habrían alertado de que todo el sudeste de la provincia está al borde de una epidemia de hepatitis, dengue, diarrea y otras, como consecuencia de cientos de animales que murieron en la inundación y se hallan en estado de putrefacción en aguas que no se mueven, totalmente contaminadas. La planta de potabilización de Colonia Dora arroja agua podrida por la red, ya que los pozos del matadero que está a sólo 50 metros, hicieron emerger la podredumbre de su basurero patológico Esa marea venenosa y enferma domina el ambiente.A ningún funcionario provincial, incluido el vicegobernador, el añatuyense Ángel Nicolai, se le ocurrió que había que tomar medidas de prevención. Con ironía, algunos ciudadanos dicen que las defensas contra las crecidas no sirven para la foto.
Una delegación del ministerio de salud de la Nación visitó la región e informó acerca de las condiciones y riesgos ciertos de emergencia y desastre sanitario. Recorrió en el más absoluto hermetismo la región afectada, filmó fotografió y documentó el espectáculo del infierno acuático, que dejó a 4.000 personas sin casa, víveres, comida, hacienda, sembradíos y escapó como pudo del desastre.
Los más ancianos apenas salieron días después de la inundación. Centenares de niños, mujeres embarazadas y gente de toda la margen izquierda del Salado fueron los mudos espectadores de un desastre que los arrojó a la nada. Hubo poquísima asistencia del gobierno y sólo se sintió la colaboración de ciudades y pueblos vecinos.
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