lunes, 15 de febrero de 2010

De juaristas y zamoristas

Hay quienes tienen vocación de servicio y hay quienes simplemente son serviles. Los primeros escuchan un llamado interior y responden a él. Los segundos están atentos a señales externas y se postran ante ellas.
La vocación de servicio (expresada en actitudes, en formas de ejercer una profesión, en el modo de vincularse con los demás, en maneras de honrar los valores en los cuales se cree) hace del otro, del prójimo, del semejante, un fin en sí mismo. No se espera nada a cambio, no hay un ojo puesto en la repercusión.
En el servilismo, en cambio, hay alguien que se aparta de sus principios (suponiendo que los tenga), que abjura de sus ideas y que se convierte en instrumento de los propósitos de otro, generalmente más poderoso que él, para obtener de eso un beneficio personal.
Quienes tienen vocación de servicio no se apartan de su camino, se mantienen en su eje, son fieles a su convicción. Los serviles se adhieren al eje de quien les prometa lo que ambicionan, siguen caminos zigzagueantes, sus rumbos se pierden con frecuencia.
Quienes tienen vocación de servicio suelen pasar inadvertidos, sus nombres permanecen habitualmente en el anonimato. Los serviles necesitan que sus acciones se vean para poder luego reclamar la recompensa. Vivimos tiempos en que abundan los serviles. Abundan y repugnan. Quienes actúan por vocación de servicio no son, sin embargo, pocos. Se hacen ver menos. Pero mejoran el mundo. Y viven con sentido.

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