lunes, 15 de febrero de 2010

Pato no pudo tapar el crimen de un preso

No es novedad para nadie que la policía esté pasando por su peor momento. Ocurre que el jefe de policía, Marcelo Pato, no está nunca. Le han puesto un apodo los policías subalternos.  Lo llaman “Dios”porque dicen que está en todas partes pero nadie lo puede ver. ¿Qué hará? ¿A qué se dedicará? Informan los que saben que anda de un lado para otro haciendo “gestiones” para ministros y/o el gobernador, y que viaja mucho a otras provincias. ¿Será el valijero? ¡Vaya uno a saber!
En la policía, entonces, como el jefe, que gana como diez mil pesos, no aparece por ningún lado, tampoco figuran el subjefe ni los integrantes de la plana mayor ni los jefes de departamentos ni nadie. Consecuentemente, en las comisarías, cada uno hace lo que quiere. Lo demuestran los muchachos de Campo Gallo que jugaban al truco y cenaban con vinitos la noche que en la comisaría se quemaron dos presos, y uno murió. Lo patentizan los policías de la seccional cuarta que “levantaron” en calidad de “detenida” a una joven y bella prostituta a la que sometieron a sus bajos institutos en la cocina de la dependencia y se dieron el lujo, incluso, a invitar a un preso para la fiesta de sexo.
Este clima donde reinan el desorden, la desfachatez y la irresponsabilidad de los de arriba, fue propicio también para que se les fuera la mano a los muchachos de la comisaría de Las Termas de Río Hondo, donde golpearon hasta darle la muerte a un artesano-mochilero de origen chileno: Germán Astudillo Ramírez.
Apenas se informó, Pato “voló” en el auto oficial pensando que iba a “acomodar los tantos” y “tapar” como ha hecho con todos los excesos de sus policías. Llegó tarde, porque dos juezas ordenaron las diligencias pertinentes in situ y mandaron preso a un médico policial que había firmado un certificado indicando que fue “muerte natural”. Antes, las magistrados hicieron revisar al muerto en el calabozo por el médico forense, quien detalló las secuelas de las torturas.
Un reconocimiento, entonces, para las juezas Ana Cecilia Vitar y Lucrecia Martínez Llanos, quienes sospechando que algo turbio se ocultaba en los informes médicos policiales, ordenaron la autopsia.
Hoy están detenidos el oficial ayudante Miguel Sánchez, el oficial ayudante Cuevas, el cabo Cajal, y los agentes Castro, Esteban Cajal, Oscar Galván y Calderón.
Pato llegó tarde, no pudo tapar la tortura seguida de muerte, y ahora deberá responder por los irresponsables y criminales subalternos.
 Como va a tener que responder cuando aparezca un juez (o una jueza) en serio que decida investigar el asesinato del empleado de Rentas, Raúl Domínguez, quien fue “levantado” por policías que lo llevaron a una sede de la repartición, lo hicieron declarar (su cuarta testimonial) y de allí desapareció hasta que encontraron su cadáver descuartizado.

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