Matar un niño que no nació es un homicidio.
Ante el huracán propagandístico levantado en torno a dos sucesivas pretensiones de obtener de la Salud Pública y la Justicia del Chubut, la comisión de homicidios intrauterinos, objetivamente rechazados en el área médica y en dos instancias judiciales, la Fundación Argentina del Mañana hizo un llamado a una reflexión serena y libre de la confusión generada por la agitación mediática.
La pretensión significa llanamente pedir sentencia de muerte al inocente “NN persona por nacer”, cuando los médicos no pueden sentenciar a muerte ni la Justicia autorizar la perpetración de delitos.
Destaca el documento la diferencia entre el siglo pasado y este, recordando el desprecio por la vida humana en el siglo XX con los genocidios armenio, ucranio, nacional socialista, socialista marxista, de Camboya, el de los tutsis, y el “genocidio censurado” de mil millones de víctimas exterminadas mediante el aborto.
Muestra, además, las crecientes tendencias de defensa de la vida en la generación que está entrando en el escenario de la Historia , harta de los baños de sangre. Esta es la tónica del Siglo XXI.
Afortunadamente también en la Argentina creció el respeto a la vida y el rechazo a la idea de que sea el gobierno el que decida quiénes deben ser matados… —agrega— y recuerda el dictamen del 26 de noviembre de 2008 de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, cuando rechazó el proyecto de un grupo de parlamentarios para modificar el Código Penal en materia de aborto, así como el extraordinario trabajo “El aborto en el derecho positivo argentino”, del doctor Ricardo Bach de Chazal, indispensable en toda consulta y único por la extensión temática y por zanjar definidamente la cuestión.
Luego expone lo más importante, al explicar que recae la gravísima pena de excomunión sobre este delito para manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad.
Una vez más —afirma la Fundación Argentina del Mañana— la Iglesia es benefactora de la Nación al enseñar que cuando el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todo ciudadano, y especialmente de quien es más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del Estado de derecho. Y que los derechos del hombre no están subordinados ni a los individuos ni a los padres, y tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana y son inherentes a la persona en virtud del acto creador que la ha originado.
Y recuerda los ‘pecados que claman al cielo’, aquellos que se destacan en la tradición de la Iglesia Católica : la sangre inocente de Abel, el pecado de los sodomitas, el clamor del pueblo oprimido en Egipto, el lamento del extranjero, de la viuda y el huérfano, y la injusticia para con el asalariado, y ruega que no caiga sobre nuestro ya tan sufrido país, el castigo de Dios merecido por derramar sangre inocente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario