Carlos Páez de la Torre
El fundador de la Universidad de Tucumán, en su escritorio, hacia 1925 (Foto La Gaceta).
“No hay ciudades argentinas más hermanas que Santiago y Tucumán", expresó Juan B. Terán al iniciar su conferencia de octubre de 1925, en la vecina provincia. El director de la Biblioteca Sarmiento santiagueña, doctor Teodomiro Bravo Zamora, lo había invitado con ocasión de inaugurar el salón de actos.
Terán decía que, como ocurre con los gemelos, era difícil saber, en el caso de Santiago y Tucumán, lo que a cada una le correspondía en el pasado. "Ambas ciudades del Barco como fueron", e hijas "del mismo padre, ese férreo y andariego Francisco de Aguirre", abrevan en el mismo río, tienen confundidas sus heredades, "riñeron como buenas hermanas". Y "en las pendencias, no fueron las márgenes del río fronteras sino itinerario de las correrías en que ejercitaron la turbulencia de sus mocedades".
Hacía notar que, en las tardes de otoño, desde la montaña tucumana se percibe que, en la lejanía, el Salí hace "un rápido viraje". Es como si, en un ademán de guía, quisiera detener la mirada del viajero ante la capital de Santiago, "entrevista a la luz fantástica del ocaso". Le parecía eso un símbolo del papel histórico de ambas ciudades: "ésta el centinela, aquella la fortaleza, en cuya torre se está pendiente de la señal que ha de dar quien guarda la entrada de los caminos".
Después de haber librado juntas "la última partida en las campañas cíclicas de la historia argentina", hallaba que hoy Santiago y Tucumán eran "hermanas en las fatigas de las fábricas y en los afanes de la cultura: la silueta del joven santiagueño picaresco y sagaz es la más familiar de nuestra Universidad".
Era el preludio de una disertación donde tocaría "el plan para el siguiente día". Quería hablar "de las flaquezas nuestras, de las flaquezas de nuestra familia hispanoamericana, con ánimo de corregirlas".
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