miércoles, 17 de marzo de 2010

Arielito, ¡acordáte de Ives Congar!

Domingo Schiavoni
Ariel Álvarez Valdés. 
En medio de tu desconsuelo, de tu dolor y de tu humanísima bronca, no te olvides de quienes te precedieron en la proscripción de los arbitrarios y patronales "doctores" del Vaticano y de sus lacayos vernáculos como los del Opus Dei, que dicen que dialogan con vos pero en verdad te quieren sacar del medio. Sé prudente como la paloma y perspepicaz como la serpiente, como nos enseñó el Señor. No te dejes dominar por la desazón. La hora de la verdad siempre llega.
 ¿Te acordás del padre Congar? Nacido en Sedán el 13 de abril de 1904, fue discípulo del filósofo del personalismo y del humanismo cristiano de Jacques Maritain. Entró en la Orden Dominicana en 1925. En la Segunda Guerra Mundial fue hecho prisionero durante cinco años en un campo de concentración nazi. Sus ideas contrarias al nacionalsocialismo le hicieron acreedor de una especial dureza de trato.Profesor en Le Saulchoir, su libro "Verdadera y falsa reforma en la Iglesia" fue objeto de duras censuras. Su apoyo a los curas obreros y su solidaridad con la causa de la justicia social no hizo más que complicar su situación. Durante 10 años fue, como vos, apartado de la enseñanza, sancionado, marginado de toda actividad pública y tuvo que exiliarse a Jerusalén, donde vos estudiaste.
 Fue un pionero del ecumenismo, sobre todo con su obra "Cristianos desunidos". Sorpresivamente, Juan XXIII (Juan el bueno) le reconoció su talento y su versación y le encomendó trabajar en los documentos mas importantes del Concilio Vaticano II, junto a otros teólogos en aquel momento considerados avanzados como Joseph Ratzinger (ese que ahora actúa como patrón de estancia) o Henri de Lübac, el exégeta de Teilhard que también fue liberado de las pesadas cadenas que en algún momento le impuso la misma cofradía de los que ahora se creen únicos dueños y herederos de la Revelación y la Tradición. Congar fundó la colección "Unam sanctam", ¿te acordás?
 Víctima de una enfermedad neuronal, acabó sus días impedido físicamente, pero intelectualmente activo. Como compensación a la incomprensión y a los años de sufrida obediencia y silenciamento y como reconocimiento a su profundidad teológica Juan Pablo II lo elevó al cardenalato en 1994.
Él pensaba muy parecido a vos. Enfatizaba que la Iglesia era santa, no en sí misma. Su santidad no es una cualidad propia de cada uno de sus miembros, sino que deriva de ser, en medio del pecado, ámbito de la presencia de Dios que se acerca a la miseria humana presente en la comunidad eclesial. En la Iglesia se participa de la vida divina de modo gratuíto (eso es, pues, la gracia) y no por mérito por parte de la jerarquía o de los fieles que gozan de ella.
En lo que atañe a la catolicidad, que no al vaticanismo ni al eurocentrismo, ésta ha de consistir en la capacidad de la Iglesia de asimilar y desarrollar los valores auténticamente humanos y la diversidad cultural de la humanidad. Don Ives siempre buscó hacer hincapié en el papel de los laicos, porque éstos -decía- "tienen una vocación de compromiso con las causas justas de la humanidad. La salvación cristiana asume y engloba la liberación social, política, económica, cultural y personal, dándole profundidad y plenitud en la trascendencia.
El compromiso se hace desde la vivencia de la fe que conduce a un imperativo nítidamente cristiano orientador y radical, pero esta orientación permite que las opciones del creyente sean opinables y falibles y, por lo tanto, ha de respetarse el pluralismo". A Congar le preocupaba el papel de la jerarquía en la Iglesia y jamás, como vos, escatimó críticas sinceras. Los obispos, para él, están encorvados absolutamente en la pasividad y el servilismo a Roma. Por eso defendía, junto con vos, un concepto profundo y radical de obediencia que nada tiene que ver con el simplismo insincero autoridad-súbdito. Nunca te olvides de él, Arielito. Ya está con el Padre, y desde allí te mira y le duele tu dolor. ¡Nunca lo olvides!

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