martes, 15 de junio de 2010

Benedicto XVI (Nota III de III)

Juan José Ramón Laprovitta*
José Ratzinger firmando.
Paulo VI, en 1968 denunciò: “La autodemoliciòn de la Iglesia”. En 1972 expresò claramente: “El humo de Satanàs ha entrado en ella”. Y un año antes de morir le dijo a su amigo y confidente Jean Guitton: “ Hay una gran turbación en este momento en el mundo y en la Iglesia, y lo que està en juego es la fe”. “……Me impresiona ver como en el interior del catolicismo se advierte a veces un pensamiento no específicamente catòlico….y puede ser que en un futuro este pensamiento no catòlico se convierta en el pensamiento dominante….”. (Guitton, Paul VI secret, Desclèe, 1979).
Juan Pablo II en 1980 en Turín denunciaba que la violencia de la lucha espiritual y de la crisis de fe estaba en: “La humanidad conoce un rechazo tan grande de Dios, como jamàs se conociò desde el comienzo de la historia”. Un año antes de morir escribiò sobre la apostasìa silenciosa de Europa.
Y en este contexto de crisis de fe sin parangón, es necesario recordar còmo Jesús instituye la misiòn de sus apòstoles y discìpulos, sacerdotes, y al terminar de indicarles la misiòn que deben cumplir, les dice: “Quien ama a su padre o a su madre màs que a Mì, no es digno de Mì; y quien ama a su hijo o a su hija màs que a Mì, no es digno de Mì. Quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de Mì”. (S. Mateo X, 37).
Los sacerdotes, obispos y cardenales comprometidos en estos escàndalos, pregunto: ¿tuvieron en cuenta este categòrico mandato de Cristo? ¿Asì cumplieron ser otros Cristos?
¿Los responsables de las jurisdicciones donde se produjeron los escàndalos, actuaron segùn el mandato de Cristo?
En lo màs profundo de esta crisis se advierte, a veces una gran ingenuidad y en otras una inicua frialdad o ausencia de fe.
Estamos frente a un fracaso de la Iglesia al no lograr la gran promesa espiritual de renovaciòn del Concilio Vaticano II, expresada en la rendiciòn a la cultura contemporànea, que ha generado lo que marcaba Paulo VI: un pensamiento dominante no catòlico dentro de la Iglesia, es decir un catolicismo desvirtuado, light.
Esta es la razòn màs honda por la cual Benedicto XVI no se pliega al mundo, porque lucha la gran aventura de la fidelidad y de la ortodoxia catòlica. Por que el catolicismo desvirtuado siempre fracasa, porque està equivocado, ademàs es aburrido, porque al corazòn inteligente lo vacìa, lo divorcia del “sensus fidei”, con efectos desvastadores: frialdad y pèrdida de la fe.
La historia de amor de la ortodoxia es la que siempre llevò a la Iglesia a superar sus crisis, ayudando no sòlo a los catòlicos, sino al mundo para que cumpla su verdadero destino.
Porque la fe de siempre es auténticamente AMOR. Pero la modernidad ha producido por un lado una inteligencia puramente funcional y burócrata y por el otro un sentimentalismo indiferente ante la persona de fe, porque se impuso la ideología creyendo que extirparían el mal del “pasado” y todo debìa ser renovado, hasta crear una “nueva Iglesia”, pero inmovilizaron el corazòn. Como describen tan bien Vasili Grossman y Alain Finkielkraut, se ha llegado a odiar en nombre del amor. Y la consecuencia es un profundo trastocamiento del verdadero sentido del amor. Se quizo y se quiere matar el amor, pero es imposible: El amor verdadero es eterno. Y este es uno de los acontecimientos màs extraordinarios del pontificado de Ratzinger: porque al ser un estudioso de excelencia y un sabio de la fe, nunca dejò de proclamar la necesidad del verdadero amor. Su vida, sus Encíclicas, documentos, catequesis, homilías, asi lo atestiguan.
En este sentido es muy aleccionador y edificante lo que expresò el rabino estadounidense Jacob Neusner, considerado uno de los escritores màs prolìficos de la historia, (ha escrito unos 950 libros), y como buenos intelectuales, mantiene con Benedicto XVI un intercambio epistolar muy interesante. Zenit transcribe las declaraciones del rabino en el “Corriere della sera” del 18 de abril : “….La profesiòn de investigador requiere integridad, racionalidad y honestidad intelectual. En sus primeros cinco años de papado, Ratzinger ha revelado todas estas caracterìsticas, junto a una abundante humildad, generosidad y amor…”.
Pero los “modernistas”, montados en su soberbia, olvidaron la promesa de Cristo a Pedro y a su Iglesia que: “Las puertas del infierno no prevaleceràn contra Ella”. Y ademàs que Cristo y su Doctrina son: “Ayer, hoy y siempre, los mismos”.
Siempre la soberbia es la negaciòn de la realidad. Es la ceguera sobre el realismo.
Y esto es una gran aventura. La gran aventura de la ortodoxia que siempre sembrò el amor y la santidad en tantos corazones de hombres y mujeres, que llegaron a la cumbre de la entrega y sirvieron a los demàs con la mirada y la acciòn de Jesús. La historia nos lo marca como una impronta que no debemos olvidar: Un San Francisco de Asìs, un San Ignacio de Loyola, una Madre Teresa de Calcuta y tantos otros, que dejaron todo y por amor cumplieron el mandato de Cristo. ¡Tuvieron el coraje de ser catòlicos!
Esta es la enseñanza de Benedicto XVI : ¡Amor, Santidad y coraje!. Expresada en la frase que les dijo a los abusados en Malta: “`¡No tengan miedo!”. Igual que el Maestro!
Nunca vi a nadie, como a Benedicto XVI abrazarse a la Cruz del sufrimiento moral, para devolver a la Iglesia de Cristo su estatura original.-

*Ex Secretario de Culto de la Naciòn Argentina.
Ciudad de Corrientes, Argentina, 24 de abril de 2010.

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