sábado, 19 de junio de 2010

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Esclavos, los trabajadores costureros en la ciudad de Buenos Aires
Ariel Lieutier
Retórica ediciones
La investigación sobre la condición de esclavitud a la que son sometidos los inmigrantes bolivianos en los talleres clandestinos fue publicada por Ariel Lieutier, economista y subsecretario de Trabajo de la ciudad de Buenos Aires entre el 2006 y el 2007. Desde la función pública investigó la vinculación entre la industria de la indumentaria y los talleres clandestinos y aportó documentación a las denuncias de la Defensoría del Pueblo contra la explotación que sufren los inmigrantes bolivianos atraídos, en su mayoría, con engañosas promesas laborales.
La lista publicada por Lieutier, resultado de su investigación y de otras organizaciones sociales, incluye a Soho, Kosiuko, Puma, Topper, Adidas, Fila, Le Coq, Arena, Taverniti, Portsaid, Ona Saez y 47Street, entre las más conocidas.
Lieutier demuestra que apenas el 3 por ciento del precio final de venta de esas marcas llega al taller y menos del 2 por ciento retribuye al trabajador clandestino. “Este sistema de precios es el que condena a los talleres a la clandestinidad y a los trabajadores a un régimen de explotación que muchas veces raya la esclavitud”, afirma Lieutier, actual director del área de trabajo y empleo de la Sociedad Internacional para el Desarrollo, en Buenos Aires. El autor sostiene que Buenos Aires hay cinco mil talleres clandestinos que emplean a 30 mil trabajadores, pero se carecen de datos sobre el Gran Buenos Aires, donde los controles son aún más débiles.
Lieutier afirma que por la carencia de datos extensivos a todo el país, es imposible “definir claramente la escala del problema del trabajo esclavo en la industria de confección en la Argentina”.
Pero, “si podemos precisar su alcance: el trabajo esclavo es una forma de producción utilizada por empresas que comercializan sus productos en todos los segmentos del mercado”, enfatiza.
Para Lieutier, la globalización y el neoliberalismo abonaron un sistema de explotación que desde “el cinismo” es condenado públicamente, aunque todos los eslabones de la cadena de comercialización, incluido el consumidor, lucran con su vigencia.
“Es necesario que las empresas, especialmente las más grandes, sean también partícipes en el desmonte de esta situación regresiva para la humanidad”, completa el autor.
Las denuncias sobre el trabajo esclavo han sido impulsadas en los últimos años por la cooperativa La Alameda, que recientemente firmó un acuerdo con la cooperativa tailandesa Dignity Returns, fundada en el 2003 por sus trabajadores a causa del cierre de la planta textil en que trabajaban y que fabricarán, en conjunto, miles de remeras con la marca “No Chains” (sin cadenas).

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