domingo, 13 de junio de 2010

Benedicto XVI (Nota I de III)

Juan José R. Laprovitta*
 José Ratzinger, el Papa.
Nunca en el mundo moderno y post moderno como ahora, se ataca públicamente con tanta iniquidad a un Papa en vida. De igual forma se actuó con Pío XII, pero a pocos  años de fallecer. Los mismos medios que alababan a Pío XII durante su pontificado y cuando falleció, fueron los que propalaron las tremendas calumnias, que hoy, gracias a la documentación que se fue recopilando, son refutadas por los innumerables testimonios que aseveran con certeza la verdad histórica.

I.   Benedicto XVI no necesita ser defendido. Su vida, sus escritos, sus acciones, sus enseñanzas, su conducta, su testimonio permanente por la Verdad, su coraje sin precedentes en estos tiempos, para plantar y proclamar la fe de Cristo, sin tener en cuenta las consecuencias y riesgos que esto implica, en este mundo donde el relativismo reina a su antojo, son algunos de los rasgos de la personalidad de este gran Papa.
Entrar en  competencia con Juan Pablo II, es consecuencia de una desvalorización sobre el fundamento del Papado.
Si hay algo que distingue a Ratzinger es que fue el primer Papa que pidió perdón públicamente por los aberrantes abusos sexuales de sacerdotes y dio su cara a los padres de chicos víctimas en sus viajes a Estados Unidos y Australia y en otros, como en su reciente viaje a Malta.
Su carta al clero de Irlanda fue dramática. De una dureza inesperada, sin disminuir la culpa y sin atenuantes, teológicamente intachable y donde marca con hondura su dolor por el desprecio y las traiciones al Evangelio por parte de los sacerdotes involucrados.
Con motivo de su cumpleaños, el 16 de abril  pasado, les expresó a los 46 cardenales que lo acompañaron en un almuerzo, que comparte tribulaciones y consuelos, en la Iglesia peregrina entre “las persecuciones del mundo y el consuelo de Dios”, como enseñaba San Agustín. Y que se sentía acompañado y confiado, más allá de “los pecados de la Iglesia, herida y pecadora”.
Todo lo cual indica que en esta crisis queda clara la derrota de la política del silencio para defender a la Iglesia, algo por lo que siempre ha luchado Ratzinger.
Creo que este cúmulo de improperios contra el Papa, no lo ha debilitado, por el contrario, ha generado un acontecimiento de fuerza en Ratzinger que no es aislado  de toda su vida, donde la severidad fue su respuesta de siempre a todos los sacerdotes culpables de abusos sexuales y su actitud intransigente ante los males que afligen a la Iglesia, y que él mismo denunció, antes de convertirse en sucesor de Pedro.
Y aquí es muy importante hacer unas líneas aclaratorias, según lo que enseña el profesor de psiquiatría Tonino Cantelmi: “Lo que desencadena la pedofilia es un trastorno de la personalidad que a menudo es de tipo narcisista, maligno, ligado a personas muy manipuladoras, de perfil antisocial y sádico”. “No hay ninguna prueba que pueda demostrar que el celibato esté en el origen de la pedofilia. El celibato no tiene nada que ver”.
 Al Papa Ratzinger parece no darle atención al número de personas que lo aplauden en San Pedro, ni tampoco a las citas de sus palabras en los órganos de prensa. Y esto, quizá sea uno de los motivos que irritan a los medios informativos, porque lo que realmente le interesa y le importa es guiar a la Iglesia hacia una purificación espiritual continua, volviendo a las fuentes y a la ortodoxia de siempre.
En definitiva, a Benedicto XVI sólo le interesa cumplir el mandato de Cristo, ser piedra de la Iglesia, es decir, ser el guía, el pastor, el maestro de los católicos y la expresión de la Verdad para toda la humanidad. Y esto es lo que tanto molesta al mundo y a los poderosos dueños de la información y de la política. Precisamente, su fuerza radica en el Amor de Dios, que siempre lo proclama, y en esa capacidad que posee de seguir otros ritmos, de transitar por otros caminos diferentes a los del mundo.
Él es el responsable de la Iglesia de Cristo. No fuimos nosotros los fundadores de la Iglesia. Fue el mismo Cristo quien la fundó sobre la piedra, sobre Pedro, y prometió que las puertas del infierno no iban a prevalecer contra ella. Y a Pedro le dió las llaves del reino de los Cielos para gobernar su Iglesia.
Y Benedicto XVI da un testimonio maravilloso de la sacralidad de su ministerio petrino. Si a Jesús lo calumniaron, lo persiguieron, lo crucificaron, el discípulo no puede ser menos que su Maestro.

*Ex Secretario de Culto de la Naciòn Argentina.
Ciudad de Corrientes, Argentina, 24 de abril de 2010.

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