Roberto Azaretto
Belgrano y San Martín en la posta de Yatasto (lámina escolar).
Fue emocionante escuchar en un ámbito tan especial, como el Palacio Paz, en las tres jornadas del Congreso sobre el Bicentenario (en la Capital Federal ), promovido por la Academia Argentina de Historia, al presidente de la Academia Peruana de Historia, José Agustín De la Puente Candamo y al general del Ejército del Perú don Herman Hamann Carrillo, referirse a los dos héroes máximos de la emancipación sudamericana y argentina como José de San Martín y Manuel Belgrano.
De la Puente Candamo , nieto de un Presidente del Perú, disertó sobre el período transcurrido en ese país entre el 25 de mayo de 1810 y el desembarco en las playas de ese virreinato, diez años después, de las tropas argentino-chilenas comandadas por San Martín.
En el Perú estaban estacionados cerca de 23 mil hombres del ejército realista con oficiales y soldados en su inmensa mayoría peruanos.
Durante la década anterior hubo numerosas sublevaciones, pero parciales, casi todas al grito de batalla de “Viva Buenos Aires” por el doble prestigio adquirido por la capital argentina, al repeler dos invasiones inglesas y el impedir que los españoles peninsulares reconquistaran la ciudad y el Río de la Plata. En 1815, el resto del Imperio Español fue reconquistado por los ejércitos de Fernando VII.
Luego se refirió al genio político del general San Martín que desembarcó con un ejército inferior a los cinco mil hombres para enfrentar al realista en una relación de cinco soldados realistas por un independentista.
Es notable el conocimiento que tenía nuestro héroe máximo de la sociedad peruana, su composición étnica, sus estructuras sociales, su religiosidad, sus aspiraciones y sus temores que el propio San Martín tenía al emprender su marcha al Perú por mar, en momentos en que la anarquía, fruto de bachilleres y caudillejos mezquinos poco inteligentes y muy pueblerinos, se adueñaba del país. Situación que pretendía evitar en el país a liberar; país que era la clave de la consolidación de la independencia de todos.
San Martín era hombre de orden, no era un jacobino y no quería aparecer como un conquistador. Iba como Libertador. Buscaba el consenso, por eso evitó siempre una batalla, algo que sus propios generales le reprocharon, sin entender que la inferioridad de fuerzas hacían aconsejable buscar medios pacíficos para lograr la independencia. Negoció y trató de convencer al enemigo, sabía que parte de ese ejército era peruano, no español y conocía los temores que despertó Juan José Castelli, en parte de la población, en la primera entrada del ejército del Norte en el Alto Perú, con su jacobinismo y sus gestos antirreligiosos que ofendieron a criollos, e indios.
Su éxito fue la ocupación de Lima, del puerto del Callao y en julio de 1821 la proclamación de la independencia con el respaldo popular de los limeños.
Como militar, Hamann Carrillo ratificó al día siguiente lo expuesto y agregó que todos se sintieron representados por el discurso que el general Manuel Belgrano pronunció, el 4 de julio de 1816, por pedido del Congreso que sesionaba en Tucumán.
En ese discurso, aclaró al inicio, que lo pronunciaba con conocimiento de San Martín. Se definió claramente por la independencia que se concretó cinco días después y abogó por la implantación de una monarquía constitucional.
Belgrano sostuvo que teniendo en cuenta la composición de un país que se formaba en base a las etnias vinculadas al incanato, extendidas desde Quito hasta los valle centrales chilenos y las cercanías de Córdoba, y los venidos desde la península ibérica, lo aconsejable era establecer la corona en los descendientes de la familia de los incas y la capital en Cuzco con una visión de identidad y vinculación sudamericana notable, reconocida por nuestros hermanos peruanos.
Tal vez Manuel Belgrano, de esmerada educación en Salamanca, y que junto con San Martín tenía una capacitación superior y conocimiento del mundo únicos, en la modestia de los escenarios locales, incluso en Buenos Aires, no olvidaba su genes santiagueños pues su madre era de esta provincia (Islas Bravo de Zamora), igual que su primo Castelli. La provincia originada en la corriente conquistadora peruana, que confluyó en parte con la chilena en la búsqueda de la salida al Atlántico.
Belgrano se alojó muchas veces en “El Yugo” la estancia de sus abuelos en Loreto.
A doscientos años, las pequeñeces de la política actual, la mezquindad y la incapacidad de la dirigencia y su corrupción nos hacen mirar con nostalgia a esos hombres superiores que lograron el reconocimiento después de muertos y nos brindan la esperanza que de en esta tierra surjan alguna vez hijos del país con similar patriotismo y capacidad.
Los presentes, además de emoción, tuvimos un sentimiento de bronca hacia personajillos como Carlos Menem y Alberto Kohan que en la década pasada vendieron armas al Ecuador, en la guerra con el Perú que ama a San Martín y a Belgrano, el único país latinoamericano que en vez de la solidaridad del palabrerío cumplió con los hechos cuando envió aviones, material de guerra y pilotos en la guerra de las Malvinas Argentinas.
Esa es la diferencia cuando la política está en manos de personas decentes o en manos de bolicheros sin arraigo.
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