domingo, 7 de marzo de 2010

Homenaje al mejor santiagueño en el peor momento de la Salud santiagueña

Concretó acciones que no tienen parangón.
Fue santiagueño, de pura cepa. Estudioso y brillante. Ostenta el título de primer ministro de Salud Pública de la Argentina, y creador del Plan Sanitario mejor diseñado en el país.
Nació un 7 de marzo de 1906. Luego de cursar estudios primarios y secundarios en su ciudad natal, guiado y alentado por su vocación parte rumbo a Buenos Aires, para iniciar la carrera de Medicina. Cursa de manera brillante y obtiene, al recibirse en 1929, la Medalla de Oro al mejor alumno de su promoción de la Universidad de Buenos Aires.
Con una beca universitaria se perfecciona en Europa y regresa para involucrarse en la política. Se une con otro santiagueño, añatuyense, Homero Manzi, representante de la cultura argentina.
Se convierte en catedrático, tras ganar un concurso, en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, en Neurocirugía.
En 1943, como médico del Hospital Militar, conoce al entonces coronel Juan Domingo Perón, quien lo impulsa a colaborar en la planificación de la política sanitaria del gobierno militar. Luego, al convertirse en Presidente por vía democrática, el propio Perón lo confirma a Carrillo al frente de la Secretaría de Salud Pública, transformada luego en el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de la Nación.
Los gobernantes de Santiago del Estero, que le dan la espalda a la Salud Pública, a los médicos, a los enfermeros y a los trabajadores de Salud, deberían informarse de la titánica labor que hizo este comprovinciano en favor del pueblo argentino. Parece que hay que ser santiagueño (no foráneo), para comprender a Carrillo.
Concretó acciones que no tienen parangón hasta nuestros días. Hizo la revolución sanitaria, aumentando el número de camas existentes en el país: de 66.300 en 1946 a 132.000 en 1954.
Erradicó, en sólo dos años, enfermedades endémicas como el paludismo, con campañas sumamente agresivas. Hizo desaparecer prácticamente la sífilis y las enfermedades venéreas. Disminuyó el índice de mortalidad por tuberculosis de 130 por 100.000 a 36 por 100.000. Terminó con epidemias como el tifus y la brucelosis. Redujo drásticamente el índice de mortalidad infantil del 90 por mil a 56 por mil.
Y siempre, dando prioridad al desarrollo de la medicina preventiva, a la organización hospitalaria, a conceptos como la “centralización normativa y descentralización ejecutiva”.
Se lo reconoce como “el padre del sanitarismo”, y tiene seguidores en todos los países del mundo. Solía decir éste santiagueño: “Los problemas de la Medicina como rama del Estado no pueden resolverse si la política sanitaria no está respaldada por una política social. Del mismo modo que no puede haber una política social sin una economía organizada en beneficio de la mayoría”, o que “solo sirven las conquistas científicas sobre la salud si éstas son accesibles al pueblo”.
Arena Política le rinde honores en nombre de los bien nacidos de este pueblo; de los niños pobres y de los comprovincianos paupérrimos que por Carrillo tienen un hospital a donde concurrir para curar sus males.
Y, como corresponde, en nombre del querido Ramón Carrillo, reprochamos este lamentable contexto de la Salud Pública de Santiago del Estero (justamente, el pueblo que vio nacer a este prohombre), por responsabilidad pura y exclusiva de gobernantes insensibles, ineptos e irresponsables que nunca van a ser capaces de retomar las banderas carrillistas de poner al Estado al servicio del pueblo.

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