(Se estrelló Ricardo Tom Lucero, uno de los gloriosos Halcones de Malvinas).
Tengo lágrimas en los ojos por la muerte de un hombre que no llegué a conocer personalmente. Apenas si habré visto su cazabombardero pasar por sobre mi cabeza. Acabo de descubrir que la muerte de un Halcón me golpea tanto, como podría hacerlo la de un ser muy cercano. Y al dolor por su ida prematura, se suma la bronca conmigo mismo, por no haberme apurado en su momento.
Quería dedicarle la letra de una canción, quería entrevistarlo para la TV (en esa serie de Crónica TV que se frustró; hasta llegue a preguntarle a su camarada Pablo Carballo si Lucero contaba “sabroso”), quería aunque más no fuera, en algún momento darle un abrazo y agradecerle lo que hizo por la Patria , por todos nosotros y por la humanidad.
Si, por la humanidad.
Porque todo acto de coraje y autosacrificio eleva el espíritu de quienes de él se enteran, genera un potente impulso de autosuperación y entrega, un deseo de ser mejor, mas noble, mas altruista, menos pedestre, mas allá de la nacionalidad de quien lo ejecuta.
La sociedad argentina, manipulada por políticos miopes y pigmeos, le dio la espalda a nuestros héroes de Malvinas, al día siguiente de sus hazañas. Y se la sigue dando. Con ello se pierde la mejor cura que podría tener para sus males mas acuciantes: el ejemplo de los hombres de honor, los quijotes, los que no se guian por sus conveniencias, sino por sus convicciones.
El día en que la sociedad argentina se proponga imitar el ejemplo de vida que nos ha brindado, entre otros Quijotes de Malvinas, el Halcón Ricardo Lucero, piloto de la Fuerza Aérea Argentina, habrá dado un paso gigantesco hacia su curación.
Mucho se habla hoy de corrupción, pero nadie menciona su mejor antídoto: el patriotismo, que no es otra cosa que el amor a lo que nos es común: el país. Nadie le roba a quien ama. Nadie le roba a lo que ama. Si insufláramos en los jóvenes aquel amor al país que sentían Lucero y tantos otros olvidados héroes de nuestra Gesta Austral, habríamos dado un paso gigantesco hacia la recuperación y restauración de la Nación Argentina.
Afortunadamente, cada vez hay mas gente que comienza a intuir esa verdad. A ellos les pido que no cometan mi error. No dejen para después, lo que esta al alcance de cada uno hoy. Acérquense a la legión de Luceros que gracias a Dios todavía tenemos entre nosotros. Pongan una rodilla en tierra y ríndanles homenaje. En vida. Individualmente. Sin esperar al resto de la sociedad. Que exista todavía tal posibilidad, es un verdadero privilegio.
Y a los familiares de quienes ya partieron hacia los hangares que los esperaban en el Cielo, llamésmoles las coronas de nuestro luto y nuestro orgullo.
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